Ruper era un sapo joven y curioso. En realidad, sus padres le habían puesto de nombre Ruperto Alberto Roberto, pero sonaba tan repetitivo y generaba tantas burlas y risas, que al final todos acabaron por llamarle Ruper. Le costó mucho que la gente aceptase aquel diminutivo.
Ruperto Alberto Roberto, tu carnet de la biblioteca tiene que ser un pergamino de lo largo que es -se mofaban unos.
Ruperto Alberto Roberto, un sapo con cabeza de buque y medio tuerto - se burlaban otros.
De todos modos, tanta fue su insistencia que al final logró que toda la gente de su charca le llamase Ruper. Como decíamos, era un sapo muy curioso. Se dormía por las noches leyendo historias de aventuras y soñaba con algún día llegar a protagonizarlas. Como ese día nunca llegaba, entre otras cosas, porque en casa no le dejaban, decidió hacerlo por su cuenta.
Así que un buen día preparó su maleta y se dispuso a descubrir nuevos lugares. Al segundo día de aventura, se topó con un pequeño barco navegando solitario por un riachuelo. Se le había escapado a un niño que jugaba río arriba y había bajado surcando las aguas hasta donde Ruper se encontraba. Sin dudarlo, el sapo se subió al barco y se convirtió en capitán y único tripulante.
Al poco tiempo se desató una terrible tormenta y la embarcación quedó encallada en unas rocas. En realidad lo que el sapo vivió como una tormenta era un grupo de niños chapoteado. Pero claro, teniendo en cuenta su tamaño, para Ruper fue todo un maremoto.
Finalmente, el sapo pudo escapar pero se quedó sin medio de transporte. Como le había resultado tan cómodo, decidió construir otro pero no tenía materiales. Decidió pedírselos a los animales del entorno.
A
l castor le pidió unos troncos, a la rana unos juncos para atar unos con otros y a las gusanos de seda les pidió tejer algo que le sirviese a modo de vela. Gracias a la ayuda desinteresada de todos, Ruper pudo tener acabado su nuevo barco en solo dos semanas. Se despidió de ellos prometiendo volver y partió rumbo a un destino desconocido.
La verdad es que al final no fue tan desconocido porque el río era en realidad un estanque y todo ese tiempo Ruper había estado haciendo un recorrido circular. Así que su destino fue en realidad su punto de partida, su casa. No le importó por la apasionante aventura que había vivido y por los maravillosos amigos que pudo hacer.