En Villacochina vivía un barrendero que se pasaba el día protestando porque tenía mucho trabajo. Y a todo el que veía ensuciando le gritaba, e incluso le insultaba.
Tanto protestaba el barrendero de Villacochina que se pasaba el día hablando solo y reprochando lo sucio que estaba todo a cualquiera con el que se cruzaba.
El caso es que Villacochina no estaba sucia porque los vecinos tiraran papel al suelo, comieran pipas en la calle o no recogieran los excrementos de sus mascotas. Al contrario, todos los vecinos eran muy limpios. Lo que ensuciaba el lugar eran las hojas de los árboles, la arena de los parques y, sobre todo, los pájaros. Además, con frecuencia había fuertes vientos que hacían estragos, regando la ciudad suciedad.
Y como el barrendero de Villacochina no dejaba de protestar, la gente empezó a sentirse molesta. Muchos protestaron en el ayuntamiento. Pero el alcalde no le quería despedir. Aunque intentó hablar con él, pero no sirvió de nada.
Un día, algunos vecinos, hartos de oírle protestar, decidieron darle una lección, para que viera lo que de verdad era ser un mal ciudadano que ensuciaba las calles.Y empezaron a comer pipas en la calle dejando caer las cáscaras en el suelo, a tirar los envoltorios de chucherías fuera de las papeleras, a dejar las latas vacías en cualquier parte y a no recoger los excrementos de sus perros, entre otras cosas.
Para el barrendero de Villacochina esto ya fue demasiado y dejó el trabajo. Los vecinos, aliviados, recogieron todo lo que habían ensuciado, contentos por haberse quitado al barrendero protestón de encima.
El problema es que no había nadie que quisiera aceptar el trabajo. Y Villacochina estaba cada vez más sucia. Y como a nadie le gustaba ver aquello así decidieron organizar equipos de limpieza por barrios para limpiar.
-Tal vez deberíamos hablar con el barredero y pedirle disculpas -comentó uno vecinos con los demás-. Tal vez quiera volver. Si nos organizamos como estamos haciendo ahora le quitaríamos trabajo y así no estaría tan malhumorado.
Y eso hicieron. El barrendero decidió volver y, a cambio de la ayuda de los vecinos, prometió no protestar y ser más agradable.
De ese modo llegaron a un acuerdo. Desde entonces Villacochina no solo es uno de los pueblos más limpios de la comarca, sino que también es uno de los más alegres.