La ciudad de Villagalleta era famosa por las galletas que hacÃa don Paquito Pastelito en su confiterÃa. Todo el mundo querÃa saber la receta secreta de don Paquito Pastelito, pero este nunca cedÃa.
Cuando le pedÃa la receta, don Paquito Pastelito siempre decÃa lo mismo:
—Si compartiera la receta, ya no serÃa secreta, ¿no te parece?
Un dÃa, don Paquito Pastelito salió gritando a la puerta de su pastelerÃa:
—¡Me han robado la receta secreta de las galletas! ¡Me la han robado!
La noticia prontó llegó a oÃdos del Club de los Golosos, un grupo de niñas y niños que siempre andaban metiendo la nariz en cualquier misterio que se les presentara.
—Este caso nos viene al pelo —dijo Estela.
—Vamos, a don Paquito Pastelito le va a dar algo, y a los que disfrutamos tanto con sus galletas, también —dijo Andrés.
—¡No hay tiempo que perder! —exclamó Daniela.
—¡Pues ya estamos tardando! —dijo Antonio.
Los cuatro miembros del Club de los Golosos se acercaron a la confiterÃa de don Paquito Pastelito a investigar.
—Vaya, vaya, aquà veo unas marcas extrañas —dijo Antonio.
—Y aquà hay un rastro sospechoso —dijo Daniela.
—Mirad, parece que sigue por aquà —dijo Andrés.
—Vamos, no os separéis y mantener los ojos bien abiertos —dijo Estela.
El rastro les llevó hasta el parque de Villagalleta. AllÃ, el rastro estaba un poco confuso. Aunque les costó un poco, por fin encontraron por dónde seguir y llegaron hasta un árbol.
En el árbol encontraron un nido con un pajarito que tenÃa un ala herida.
—¡El pajarito debe haber cogido la receta! —dijo Antonio.
—¿Para qué querrÃa un pájaro la receta de don Paquito Pastelito —dijo Daniela.
—¿A lo mejor alguien le encargó el robo? —dijo Andrés.
Estela se acercó al pajarito y le preguntó qué habÃa pasado.
El pajarito respondió:
—Estaba muy hambriento. Vi la receta y pensé que si me la comÃa tendrÃa siempre el estómago lleno.
—Las recetas no se comen, pajarito, no alimentan —dijo Estela.
—Entonces la receta ha desaparecido —dijo Andrés.
—No, no ha desaparecido —dijo el pajarito—. No llegué a comérmela. Alguien me la quitó. Luché por ella y se me rompió el ala.
Estela organizó enseguida los pasos siguientes:
—Andrés y Daniela, llevad al pajarito al veterinario, para que le curen el ala rota y le den de comer. Antonio, tú y yo vamos a seguir el rastro de la receta
—Gracias, amiga. La receta me la robó un animal con la cola muy larga y peluda —dijo el pajarito.
—Vaya, la Ardilla Pilla otra vez —dijo Estela—. Vamos a buscarla.
Estela y Antonio encontraron a la ardilla Pilla llorando en el hueco de un árbol.
—Yo no querÃa hacerle daño al pajarito —decÃa—. Solo querÃa devolver la receta a don Paquito Pastelito.
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€”Vamos, Ardilla Pilla, te llevaremos con el pajarito para que le pidas perdón —dijo Antonio.
—Y nos llevamos la receta, que esto no se come —dijo Estela.
—Lo siento mucho, no era mi intención hacer daño a nadie —dijo la Ardilla Pilla.
—Lo sabemos, Ardilla Pilla —dijo Antonio.
Cuando don Paquito Pastelito recuperó la receta se puso muy contento y recompensó a la Ardilla Pilla y al Club de los Golosos con un montón de galletas.
Y la Ardilla Pilla se quedó cuidando al pajarito en su nido mientras se curaba.
Don Paquito Pastelito visitaba al pajarito todos los dÃas y le llevaba comida.
—Recuerda, cuando te cures y tengas hambre, solo tienes que venir a cantar a mi ventana, pajarito —le decÃa don Paquito Pastelito cada vez que lo veÃa—. A mà me gusta oirte cantar más que a ti mis galletas, no lo olvides.
Y asà fue como todo volvió a la normalidad en Villagalleta, la ciudad donde se hacÃan las galletas más ricas del mundo.