—¿Clavos?
— ¡Comprobado!
—¿Pernos?
— ¡Comprobado!
—¿Botones?
—¡Todo listo!
Max revisó todo una vez más antes del lanzamiento del cohete. Cuando presionó el botón de arranque, el motor rugió. Max estaba emocionado. HabÃa trabajado en este proyecto durante dos años. Siempre habÃa soñado con hacer un cohete que aterrizará en Marte, ya que querÃa relacionarse con los habitantes de ese planeta.
Max habÃa trabajado dÃa y noche para hacer este cohete. Y ahora era el momento de disfrutar de la victoria. Pero, de repente, el cohete se silenció.
Volvió a presionar el botón, pero no hizo ningún movimiento.
Revisó el motor, pero todo estaba bien allÃ.
Intentó de nuevo lanzar el cohete, pero se hizo todo el silencio. No se generó ningún rugido del motor.
Max se irritó al no poder identificar qué era el problema. Estaba tan enfadado que, al final, le dio una patada, lo tiró al suelo y abandonó el laboratorio.
Max siempre habÃa sido un estudiante inteligente. Siempre quiso convertirse en cientÃfico. En la clase, siempre estaba por delante de sus compañeros en todas las materias, especialmente, en matemáticas y ciencias. A veces habÃa resuelto problemas matemáticos muy difÃciles que también sorprendieron a sus profesores.
Como querÃa convertirse en cientÃfico, Max habÃa construido un laboratorio en su casa. Allà realiza diferentes experimentos. En este laboratorio tenÃa todas las instalaciones cientÃficas de vanguardia.
Allà también tenÃa un robot que le ayudaba a gestionar diferentes experimentos. El mismo robot que le habÃa ayudado con en el despegue fallido del cohete.
Max fue a la cocina, donde su mamá estaba preparando el almuerzo. Se sentó en la mesa con tristeza. Su madre notó su silencio y le preguntó;
—¡Max! ¿Qué habÃa pasado?
Max asintió y dijo:
—Nada.
—Puedes compartir conmigo. Tal vez te sea de alguna ayuda—, dijo su madre.
Max siempre trataba de resolver sus problemas por sà mismo. Nunca pedÃa ayuda, pues creÃa que era lo suficientemente inteligente como para ocuparse de todos y cada uno de sus problemas.
Su madre conocÃa lo sabÃa, y por eso le dijo:
—A veces somos incapaces de ver las cosas como los demás.
Max estaba confundido con esta declaración. Entonces su madre le explicó que tal vez ella pudiera identificar el problema que Max no habÃa visto.
Max llevó a su madre al laboratorio, donde le dijo que habÃa quemado el aceite de medianoche para lanzar este cohete.
â
€”Todo parece ir bien, pero no se inicia-dijo Max.
Él también le mostró su diseño que estaba lleno de cálculos. Su madre sabÃa que con el tiempo Max se estaba volviendo arrogante debido a su inteligencia. Y se sabe universalmente que la arrogancia puede ocultar sus habilidades de pensamiento.
Su madre se rio a carcajadas. Max se quedó perplejo. Su madre se acercó a la centralita y la encendió. Finalmente, el cohete rugió de nuevo y su motor comenzó a funcionar correctamente.
Max se dio cuenta de que no habÃa cargado el cohete correctamente y la fuente de alimentación principal estaba apagada. Al salir del laboratorio, su madre se volvió hacia Max y le dijo:
—¡La inteligencia y el sentido común son dos cosas diferentes y el sentido común no es tan común!
—Gracias, mamá —dijo Max, mientras hacÃa los preparativos para el despegue.