HabÃa una vez un conejito que vivÃa en el bosque. El conejito se pasaba el dÃa corriendo de aquà para allá y explorando todos los lugares que encontraba. Como le gustaba tanto ir de un lado a otro e investigar en el bosque, nunca tenÃa tiempo para estar con los demás conejos.
Un dÃa, mientras correteaba cerca de una cueva, se encontró con un zorro. El zorro se puso muy contento al ver al conejito, y le dijo:
—¡Qué sorpresa encontrar un lindo conejito por aquÃ! ¿Quieres ser mi amigo? Te llevaré a sitios increÃbles que solo yo conozco.
—¿Me llevarás a explorar nuevos parajes? —dijo el conejito.
—¡Por supuesto! ¡Vamos!
El zorro echó a correr. Iba tan rápido que al conejito le costaba mantener el ritmo.
—Vamos, amigos, no te quedes atrás —le animaba el zorro.
El conejito querÃa demostrar que era un digno compañero de aventuras, asà que se esforzó al máximo para correr tan rápido como el zorro.
DÃa tras dÃa, el conejito y el zorro se encontraban en el lugar en el que se conocieron y se iba a explorar el bosque.
El hermano mayor de conejito lo seguÃa todos los dÃas, porque se preocupaba por él. A ver que se iba con un zorro le entró miedo y fue a avisar a sus padres.
—Hay que advertirle lo peligroso que es tener un zorro como amigo —dijo papá conejo.
Esa misma noche hablaron con el conejito. Pero no se lo tomó bien.
—No queréis que tenga amigos y por eso decÃs esas cosas del zorro —dijo el conejito, muy enfadado—. Mañana me iré con él y no me volveréis a ver el pelo.
Al dÃa siguiente, el conejito se levantó antes de lo habitual y se fue al encuentro del zorro. De camino, el conejito vio al zorro a lo lejos y se acercó a verlo para darle una sorpresa.
Pero la sorpresa se la llevó él, al ver al zorro a punto de hincarle el diente a un gazapo que tenÃa arrinconado.
—¡Zorro! ¿Qué haces? —gritó el conejito.
El zorro se dio la vuelta y vio al conejito. El gazapo aprovechó ese momento para escapar.
—¡Oh! ¡Mira lo que has hecho! ¡Me he quedado sin desayuno! —dijo el zorro.
—¿Tú comes conejos? —preguntó el conejito.
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€”Tranquilo, solo como crÃas, como ese gazapo, que son más fáciles de cazar —dijo el zorro.
—Mis padres tenÃan razón —dijo el conejito—. Me voy.
—Tú no vas a ninguna parte —dijo el zorro, mientras corrÃa hacia el conejo.
El conejito empezó a correr muy muy pero muy rápido.
—Te cogeré; sabes que corro más que tú —gritó el zorro.
El conejito no contestó. Solo tenÃa que correr un poco más rápido que el zorro para huir de él. Y corrió y corrió hasta que perdió al zorro de vista.
A partir de entonces el conejo elige mucho mejor sus amistades y se asegura primero de que no comen conejos ni otros animales. La última vez estuvo muy cerca. Tal vez no haya una segunda oportunidad de huir del peligro.