Había una vez un ladrón que, siempre que iba a robar, perdía todo lo que metía en el saco, porque lo tenía roto.
Los policías intentaban cogerlo siguiendo el rastro de los billetes o las joyas que se iban cayendo del saco.
Pero el rastro no duraba mucho, porque siempre había alguien que cogía lo que se caía del saco, así que no conseguían llegar nunca hasta el ladrón.
A la policía le intrigaba mucho saber por qué el ladrón llevaba un saco roto para robar. A todos les resultaba bastante absurdo.
-¿No se da cuenta de que lo pierde todo? -se pregunta el comisario Morales, el oficial al frente de la investigación-. A no ser que… ¡lo tengo!
El comisario Morales llamó a todos los inspectores del departamento para contarles su idea.
-Creo que el ladrón del saco roto lleva el saco roto a propósito -dijo el comisario-. Y que su intención no es solo robar, sino repartir los robado.
-Pero ¿no tendría más sentido que repartiera el botín, en vez de dejarlo caer? -dijo el inspector Martínez.
-Sí, tal vez -dijo el comisario-. Pero de momento es la única hipótesis que tenemos. Así que vamos a infiltrarnos en las zonas más pobres de la ciudad a ver que pasa.
Y eso hicieron. Durante varias semanas un montón de policías se infiltraron en las zonas menos favorecidas de la ciudad. Pero no se enteraron de nada. El ladrón actuó varias veces, pero no consiguieron descubrirlo, ni tampoco encontrar ningún patrón ni nada que les ayudara a entender por qué llevaba el saco roto.
Es más, descubrieron que ninguna de las personas que vivían en estas zonas recogía lo que se caía del saco roto del ladrón.
El comisario Morales decidió cambiar de estrategia y mandar a los policías infiltrarse en otras zonas de la ciudad. Pero nada. Ni descubrieron ninguna pista del ladrón ni encontraron a nadie que se hubiera beneficiado de los botines que, una y otra vez, extraviaba el ladrón.
El inspector Martínez tuvo una idea, y así se la expuso al comisario Morales:
-El ladrón del saco roto sigue un patrón bastante predecible, comisario -explicó el inspector-. Según mis cálculos, creo que hay tres lugares donde puede cometer su próximo robo. Si escondemos a los policías y observamos lo que pasa tal vez lleguemos a alguna conclusión.
Eso hicieron. Y lo encontraron. Cuando el ladrón perpetró el robo lo siguieron y descubrieron que una sola persona recogía lo que se caía del saco, al menos todo lo que era capaz de coger para llenar una bolsa y antes de que alguien apareciera.
Dos policías siguieron a este y otros dos al ladrón. Descubrieron que el ladrón,al llegar a su guarida, se lamentaba de la pérdida.
-¡Otra vez! -dijo-. ¡No lo entiendo!
Pero lo más sorprendente fue descubrir que la persona que recogía lo que se salía del saco era ¡el vecino del ladrón! Este tenía su casa llena de dinero, joyas y pequeños objetos valiosos.
Y así fue como se puso fin a los robos en la ciudad durante una buena temporada.