El gran Cacholope era el rey del océano. Todo el mundo rendía homenaje a Cacholope, un cachalote tan grande que con un solo golpe de su cola podía provocar una ola de cien metros.
Cacholope era feliz. Como todo el mundo le temía nadie se metía con él y siempre le daban lo que pedía. Así, Cacholope se fue construyendo una magnífica mansión marina. De nada le servía, pues Cacholope no podía permanecer más de 45 minutos sin salir a coger aire a la superficie. Y como era tan largo y dormía con la cabeza para arriba y la cola para abajo, su mansión no le servía para descansar.
Aún así, Cacholope disfrutaba del poder. Poco le importaba que los demás pasaran necesidades o que tuvieran problemas. Mientras él, el gran Cacholope, estuviera contento, todo iba bien.
Un día llegó al océano un delfín que venía de muy lejos.
- Quiere ver a la ballena a la que llamáis rey -dijo el delfín.
- ¿Ballena, dices? -dijo Cacholope. Y dio un coletazo que hizo temblar a medio mundo.
- Nuestro rey es un cachalote -dijo un cangrejo que había conseguido esconderse a tiempo-. No es lo mismo, así que no insistas, que se pone de muy mal humor.
-Ya veo -dijo el delfín-. Señor rey cachalote…
-Soy el gran Cacholope -dijo el rey.
-Señor gran Cacholope, he encontrado algo que os interesará -dijo el delfín-. Hay una cueva, la que llaman la de los tres deseos, solo digna de un gran rey. Os llevaré hasta ella si prometéis que en el tercer deseo pediréis lo que yo quiera.
-Me llevarás a la cueva sin recibir nada a cambio si no quieres pasar el resto de tu vida nadando en mi estómago -dijo el gran Cacholope.
-Está bien, señor, como queráis -dijo el delfín.
Y se pusieron en camino el delfín delante, el gran Cacholpe detrás y toda la comitiva del rey siguiéndolos.
Cuando por fin llegaron, la cueva dijo:
-Oh, gran Cacholope, te estaba esperando. Puedes pedir tres deseos. Dime, ¿cuál es tu primer deseo?
-Quiero ser el ser más grande del océano -dijo Cacholope.
-Deseo concedido -dijo la cueva. Y, al instante, Cacholope se redujo a la mitad.
-¿Qué ha pasado? -dijo, enfadado, Cacholope.
-Sigues siendo el ser más grande del océano -dijo la cueva-. Pide tu segundo deseo.
-Quiero volver a ser tan grande como antes -dijo Cacholope.
-Deseo concedido -dijo la cueva. Y Cacholope volvió a su tamaño original.
-Me has engañado, cueva -dijo Cacholope-. Mi tercer deseo es poder entrar en ti para destruirte.
-Deseo concedido -dijo la cueva. Y abrió su boca para que el gran Cacholope pudiera entrar.
Una vez Cacholope dio un coletazo y la cueva se derrumbó, pero él se quedó atrapado.
-Ayudadme, ayudadme -gritó Cacholope.
Pero con el coletazo que había dado todos había desaparecido, así que nadie pudo oírle. O tal vez nadie quiso, porque Cacholope había sido tan mal gobernante que nadie se preocupó por saber qué le había pasado. Y disfrutaron de su ausencia para siempre.