El huerto del Señor Zanahorio
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El huerto del Señor Zanahorio

Edades:
A partir de 8 años
El huerto del Señor Zanahorio El Señor Zanahorio tenía un huerto precioso que cuidaba y cultivaba durante todo el año. En el huerto del Señor Zanahorio había lechugas, acelga, espinacas, pimientos de todos los colores, tomates de todos los tipos, coliflores, brócolis, nabos, rábanos, judías y, cómo no, zanahorias, muchas zanahorias. El Señor Zanahorio también cultivaba sandías, melones, patatas, pepinos, calabacines, fresas, árboles frutales y muchas cosas más.

Toda la gente del pueblo iba a visitar al Señor Zanahorio. A cambio de alguna fruta o verduras de su huerto, unos le llevaban al Señor Zanahorio huevos recién puestos, otros leche recién ordeñada, otros le llevaban miel recién recolectada, otros le llevaban queso recién hecho, otros dulces recién hechos, otros pan recién salido del horno.

Pero hubo un invierno que casi no llovió y el verano llegó con un calor abrasador desde el primer día. Los ríos se secaron, los embalses se vaciaron y apenas había agua. Hasta que un día hubo tan poca agua que ya solo se permitía usarla para beber, cocinar y asearse.

Toda la gente de la comarca afectada por la sequía se reunió.

-Habrá que ir a buscar agua lejos -dijo el granjero-, pero yo no puedo ir porque tengo que cuidar de mis animales.

-Yo tampoco puedo ir, porque tengo que atender la pastelería -dijo el pastelero.

-Yo tampoco puedo ir, porque tengo que cuidar a mis gallinas -dijo el avicultor..

-Yo tampoco puedo ir, porque tengo que hacer mis quesos -dijo el quesero.

-Yo tampoco puedo ir, porque tengo que recoger la miel de mis panales -dijo el apicultor.

-Yo tampoco puedo ir, porque tengo que hacer pan -dijo el panadero.

El Señor Zanahorio, resignado, dijo:

-Entonces iré yo. Sin agua no tengo huerto que cuidar, pues se me morirá todo. Pero, por favor, cuidadme el huerto mientras vuelvo.

El Señor Zanahorio fue a ver dónde podía haber agua. Pero cuando la encontró se dio cuenta de que él solo no podía llevarla, así que volvió al pueblo y le dijo a la gente que necesitaba ayuda. Pero, una vez más, cada uno puso su excusa: que si tengo que hacer pan, que si tengo que cuidar a mis animales, que patatín que si patatán. El Señor Zanahorio, muy desconsolado, fue a ver cómo estaba su huerto. Cuando llegó, todas sus plantas estaban secas y casi toda la fruta perdida.

El Señor Zanahorio se marchó muy triste. Cuando llegó al lugar de dónde tenía que coger el agua se encontró con un anciano que le dijo:

-Tengo un huerto que necesita unas buenas manos. Yo soy ya mayor y necesito ayuda. ¿Te interesa?

El Señor Zanahorio aceptó, pues su huerto estaba ya perdido. Pero antes de irse con él le dijo:

-Tengo que hacer algo antes. Volveré en un par de días.

El Señor Zanahorio fue al pueblo y reunió a sus habitantes:

-El huerto del Señor Zanahorio¿Dónde está el agua? -le preguntaron-. Ya nadie puede trabajar sin ella y los que tenían animales los han tenido que vender.

El Señor Zanahorio les dijo:

-Vecinos, os dije que yo solo no podía con el agua. Yo lo he perdido todo porque nadie cuidó mi huerto mientras iba a por agua para todos. Ahora ya no tengo nada y sigo sin poder traer el agua que necesita el pueblo. El que quiera agua, que me siga. Le diré dónde está. Yo me voy de aquí.

El Señor Zanahorio se fue, pero nadie se movió.

-Mejor esperar a que llueva -dijo alguien. Y todos estuvieron de acuerdo.

El Señor Zanahorio se quedó a trabajar en el huerto del anciano y ya no volvió al pueblo. Dicen que los habitantes de aquel lugar siguen sentados en la puerta esperando a que llueva lo suficiente como para recuperar el esplendor de épocas pasadas, pero el agua siempre escasea. Pero nadie se mueve a buscar una solución, porque siempre tienen muchas cosas que hacer.
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