A Rodrigo Rodríguez no le gustaba nada estudiar, y mucho menos hacer exámenes. Por eso había diseñado un perfecto sistema para copiar a sus compañeros. Pronto estos se dieron cuenta del abuso. Martín Martínez tramó un plan que explicó así a los demás.
-Escribid las respuestas mal, lo más ridículas posible, y dejad que Rodrigo Rodríguez las copie, sin que se note mucho. Luego, borrad las respuestas falsas y escribidlas bien.
Y así lo hicieron. Cuando Rodrigo Rodríguez se dio cuenta del engaño decidió cambiar de estrategia, llevando un montón de apuntes escondidos discretamente que consultaba a la hora de responder las preguntas de los exámenes. Pero este plan daba muchísimo trabajo, casi tanto como estudiar. Rodrigo Rodríguez tenía que buscar una solución mejor.
Una tarde, mientras pensaba en cómo esconder los apuntes para el examen de matemáticas que tenía en unos días, Rodrigo Rodríguez tuvo una idea: ¡robar el examen! Así solo tendría que esconder las respuestas a las preguntas, y no todo el temario del examen, junto con los problemas.
-¡No tendré ni que esforzarme por hacer las cuentas! -exclamó Rodrigo.
Al día siguiente Rodrigo Rodríguez se coló en el despacho del profesor de matemático, Fernán Fernández, y robó una copia del examen.
Rodrigo Rodríguez dedicó esa tarde la dedicó entera a resolver los problemas, hacer las cuentas y responder a las preguntas que planteaba el examen.
Llegó el día del examen. Rodrigo Rodríguez estaba muy emocionado. Estaba seguro de que sacaría un diez. Y así fue.
Rodrigo Rodríguez decidió seguir robando los exámenes del resto de asignaturas. Era increíble lo bien que le estaba yendo el nuevo sistema. Y nadie sospechaba nada.
Pero un día, cuando Rodrigo Rodríguez fue al despacho de Hernando Hernández, el profesor de inglés, a robar el examen, el muchacho vio que solo había una copia.
-Seguro que tiene las demás ya preparadas -pensó Rodrigo Rodríguez. Y se la llevó.
Llegó el día del examen. Rodrigo Rodríguez estaba tranquilo. Le había costado mucho, pero sus respuestas al examen eran perfectas.
Cuando al día siguiente Hernando Hernández, el profesor de inglés, entregó las notas, Rodrigo Rodríguez se llevó el susto de su vida. ¡Le había puesto un cero! Al finalizar la clase, el profesor Hernando Hernández dijo
-Rodrigo Rodríguez, ven conmigo al despacho del director. Vas a explicarnos qué ha pasado con tu examen. Unas respuesta perfectas para el examen que tenía preparado y que, curiosamente, desapareció de mi maletín el otro día.
Fernando Fernández, el director, se interesó por la historia de Rodrigo Rodríguez.
-Si hubieras leído las preguntas las hubieras respondido perfectamente, Rodrigo Rodríguez -le dijo el director Fernando Fernández-. Ahora todos los profesores entienden por qué siempre faltaba alguna copia de sus exámenes cuando los repartían. Te has delatado tú solito, chaval. Ahora tendrás que repetir todos los exámenes.
Curiosamente, Rodrigo Rodríguez aprobó todos los exámenes con buena nota porque, sin darse cuenta, al tener que resolver él solo las respuestas de los exámenes, había aprendido mucho. Al final pasó de curso, aunque con un aprobado raso, mucho menos de lo que podría haber sacado estudiando honestamente. Una lección que le quedó más que aprendida.