Era el inicio de las vacaciones de verano y el barrio de Los Pinos rebosaba de energía y risas infantiles. Araceli, Pepito y Mercedes, que se habían propuesto disfrutar cada día al máximo, notaron algo extraño: las bicicletas empezaron a desaparecer misteriosamente.
Con el misterio a cuestas, el trío decidió convertirse en detectives. Mercedes sacó una libreta y un lápiz de su mochila y propuso:
—Vamos a escribir todo lo que encontremos. ¡Nada de detalles pequeños!
Araceli, con su espíritu aventurero, añadió:
—¡Y hablemos con todos en el barrio! Alguien debe saber algo.
Pepito, que no podía estar quieto, saltó de emoción:
—¡Yo seré el explorador! Iré en frente siempre.
Durante días, siguieron huellas, recogieron testimonios y finalmente, las pistas los llevaron a la misteriosa calle de los Robles. Allí, detrás de una espesa cortina de enredaderas, encontraron un garaje antiguo. La puerta estaba entreabierta y se oían ruidos de herramientas.
Con el corazón en la mano, decidieron espiar. Araceli, valiente, fue la primera en asomarse, seguida de cerca por sus amigos. Dentro del garaje, vieron al señor Ramírez, un vecino conocido por todos, rodeado de bicicletas, algunas en piezas y otras completas. Antes de que pudieran salir corriendo, el señor Ramírez los vio y dijo con calma:
—¡Hola, niños! ¿Buscáis algo en particular?
Araceli respondió con cautela:
—Señor Ramírez, hemos visto todas estas bicicletas... ¿qué está haciendo con ellas?
El señor Ramírez sonrió y explicó:
—Estoy arreglándolas. Quiero darles una sorpresa a todos los niños del barrio con bicicletas mejoradas para el fin del verano.
Los niños, aunque aliviados, decidieron quedarse y aprender sobre la reparación de bicicletas. El señor Ramírez les mostró cómo ajustar los frenos, engrasar la cadena y cambiar las ruedas. Mercedes anotaba todo cuidadosamente en su libreta, mientras Pepito y Araceli pasaban herramientas y hacían preguntas.
Una semana más tarde, las bicicletas fueron devueltas. Los niños del barrio se reunieron en la plaza, sorprendidos y felices con sus bicicletas como nuevas. Celebraron al señor Ramírez y a los tres pequeños detectives por su gran trabajo.
El verano culminó con una fiesta en la plaza, donde las risas y el sonido de las bicicletas llenaban el aire. Araceli, Pepito y Mercedes, ahora con nuevos conocimientos y una historia increíble, aprendieron la importancia de la comunicación, la confianza y el trabajo en equipo.