-Mamá, hoy un señor me ha querido regalar un caramelo cuando te has dado la vuelta y le he dicho que no -dijo Carolina-. ¿He hecho bien?
-Muy bien, hija, lo has hecho muy bien -dijo su madre.
-No quería ser maleducada, pero como siempre me has dicho que no le haga caso a los extraños…. -dijo Carolina.
-¿Te he contado alguna vez la historia del señor que regalaba caramelos? -preguntó mamá.
-No -respondió al niña-. ¿Me la cuentas?
Mamá empezó a contar la historia:
Había una vez un señor que regalaba caramelos a los niños. El señor iba por los parques y por las plazas y le daba caramelos a todos los niño que veía.
Lo más curioso es que el señor solo regalaba caramelos a los niños que iban solos. Es más, lo hacía de tal manera que ningún adulto lo veía.
-Coge estos caramelos y cómetelos sin que te vea nadie -decía el señor a los niños.
-Gracias, señor -decían los niños-. Nos los comeremos cuando no nos vea nadie.
Y se guardaban los caramelos en el bolsillo.
El señor que regalaba caramelos cada día repartía más. Repartía tantos que al final del día a los niños no les cabían más caramelos en los bolsillos.
Un día, el señor de que regalaba caramelos empezó a gritar a los niños:
-¡No te guardes el caramelo! ¡Cómetelo, que yo lo vea! ¡Vamos, cómetelo!
Los niños se asustaban y salían corriendo. Los adultos terminaron por darse cuenta de lo que pasaba. Así que llamaron a la policía. Cuando los agentes llegaron detuvieron al hombre y se lo llevaron a comisaría.
Carolina sentía mucha curiosidad.
-¿Qué le pasó al señor? -preguntó la niña.
-El señor que regalaba caramelos acabó en la cárcel -dijo su madre-. ¿Sabes por qué?
-No -respondió la niña.
- Este señor regalaba caramelos envenenados para que los niños se pusieran enfermos. No se supo por qué lo hacía, pero era peligroso. Con tres caramelos cualquier niño se hubiera puesto enfermo.
-Pero ¿por qué ningún niño enfermó? -preguntó Carolina.
-
Porque todos los niños sabían que no se debe comer nada que te dé un extraño. Los niños cogían los caramelos y luego los tiraban a la basura.
-Yo me hubiera ido corriendo y te hubiera dicho que un señor intentaba regalarme caramelos -dijo Carolina.
-Eso es lo que tienen que hacer los niños -dijo su madre.
-Entonces ¿por qué esos niños no dijeron nada? -preguntó Carolina.
-Porque esto es un cuento y, si lo hubieran hecho, nos tendríamos historia.
-El cuento mejoraría si alguno se hubiera puesto enfermo, aunque hubiera sido solo un poquito -dijo Carolina.
-Lo tendré en cuenta para la próxima vez que lo cuente -dijo su madre. Y las dos siguieron su camino, charlando alegremente sobre otras cosas.