En esta ocasión vamos a conocer el mito de Sísifo, uno de los más conocidos de la mitología griega. Sísifo era el rey de Ephyra, una rica ciudad de Corinto, en la actual Grecia. Su padre era el rey Eolo de Tesalia y su madre se llamaba Enarete. Estaba casado con la ninfa Merope y tenían cuatro hijos.
Sísifo era un rey muy astuto y consiguió que su ciudad prosperase gracias al comercio. Sin embargo, para lograr esa prosperidad, el rey recurría muchas veces a trucos y engaños. No solo eso, sino que no era nada hospitalario con las personas que visitaban su pueblo y les trataba fatal la mayor parte de las veces.
Un día, vio como el dios Zeus secuestraba a la ninfa Egina. Sísifo se lo fue a decir al padre de la joven, el rey Asopo:
- He visto cómo Zeus secuestraba a tu hija. Puedo decirte dónde está si me das algo a cambio.
- ¿Qué es lo que quieres?- respondió Asopo.
- Deseo un manantial para mi ciudad, una fuente para que la gente pueda beber y lavarse.
- Así será- le prometió Asopo.
Con la información que Sísifo le dió, la ninfa pudo ser liberada. En consecuencia, el dios Zeus se enfadó muchísimo con Sísifo y decidió castigarle para siempre. Le pidió a Tánatos, el dios de la muerte, que se lo llevara y lo encadenara en el Inframundo, un lugar similar al infierno para los griegos. Zeus se olvidó de que Sísifo era muy astuto. Tan listo era que logró librarse de Tánatos y hacer que fuese él quien acabase encadenado.
Al estar la muerte encadenada, ningún mortal podía ir al inframundo. Esto hizo que Hades, el rey del inframundo y hermano de Zeus, enfureciese. Le comentó a su hermano su enfado y este le prometió que le pondría remedio. Zeus le dijo que enviaría a Ares, el dios de la guerra, a liberar a Tánatos de sus cadenas y, en su lugar, llevar a Sísifo al inframundo de nuevo. De nuevo, logró librarse gracias a sus engaños.
Zeus y Hades, hartos de los engaños de Sísifo, le impusieron un castigo ejemplar. Le condenaron a empujar para siempre una pesada piedra por la ladera de una empinada montaña. Al llegar arriba, la roca rodaría de nuevo hasta el valle y así eternamente teniendo que volver a empujarla ladera arriba. Ese fue su castigo y, de este modo, Sísifo aprendió la lección y la necesidad de lograr las cosas sin recurrir a engaños.