El pueblo de Finclan había tenido un pasado marcado por la presencia de los hombres lobos. Todos los habitantes conocían las viejas historias donde esas criaturas habían sembrado el terror en el pueblo y habían cometido atrocidades. Esto finalizó cuando tras mucho luchar, los habitantes de Finclan habían logrado acabar con todos los hombres lobos. O al menos eso creían.
Lisandro era un niño como cualquiera, iba a la escuela, tenía su grupo de amigos, practicaba fútbol y adoraba montar en bicicleta. Pero algo lo hacía diferente, cada luna llena se convertía en lobo, al igual que su padre, su abuelo y todos sus ancestros varones. Ya de muchos años atrás la familia había decidido mantenerlo en secreto, y en las noches de luna llena se ocultaba al miembro de la familia que tenía esta condición.
A pesar de que estaba acostumbrado a eso, a Lisandro le frustraba mucho tener que esconderse. Él sabía que era un niño bueno, y el hecho de ser un niño lobo no cambiaba nada, seguía siendo exactamente el mismo. A Ana, la mamá de Lisandro le daba pena esta situación, pero sabía que no hacerlo podría poner en peligro la vida de su hijo y también de su marido.
Hasta que una vez algo diferente se le ocurrió.
—Lisandro, he estado revisando el almanaque de este año y creo que podemos hacer algo diferente —le dijo Ana a su hijo que estaba desayunando.
—¿De qué me hablas, mama?
—De Halloween. Este año la noche de Halloween coincide con la luna llena.
—Y eso significa que voy a estar encerrado y me voy a perder la fiesta del pueblo y los dulces —respondió Lisandro con cara de pocos amigos.
—No, todo lo contrario. Creo que es la oportunidad perfecta para que salgas a disfrutar con tus amigos… Y que nos ahorremos el disfraz —respondió Ana con un tono de complicidad.
Llegó el día de Halloween y Lisandro estaba más ansioso que nunca. Ana los había preparado a él y a su padre unas ropas viejas y rasgadas para que se pusieran emulando esas películas de hombres lobos donde sus ropas se rompen mientras se convierten en lobos.
Cuando llegaron a la plaza del pueblo, desde donde todos partirían a recorrer las calles para pedir dulces, rápidamente los otros niños amigos de Lisandro lo reconocieron a él y a su padre por las voces cuando saludaron.
—Pero qué disfraz más bonito tienes Lisandro, está de lujo— comentó uno de los niños.
—Gracias, está bonito de verdad —respondió el niño lobo.
Otros de los niños quisieron tocar el “disfraz” y otros tantos más lo halagaron tanto a Lisandro como a su padre. La noche de Halloween siguió su curso normal, los pequeños recorrieron las casas del pueblo pidiendo dulces y luciendo sus disfraces a su paso.
La fiesta luego del recorrido continuaba en el pueblo de Finclan con un baile en la plaza que se extendía hasta el amanecer. Y es en ese horario es cuando Lisandro y su padre dejarían su forma de lobos para volver a ser humanos. Cuando el alba se acercaba el niño y su padre comenzaban a retirarse, pero Ana que estaba disfrazada de momia, los detuvo.
—Creo que es el momento perfecto —dijo la mujer mientras interrumpía el paso de su marido y su hijo.
Ambos entendieron inmediatamente a que se refería, y allí se quedaron. El sol salió y sus cuerpos comenzaron a tomar su forma habitual de humanos nuevamente. Todos los niños y adultos que estaban allí se quedaron atónitos. Pero nadie sintió temor, ya que los conocían y sabían que eran personas de buen corazón, e incluso también habían sido muy amables mientras estaban convertidos en lobos.
Desde ese día Lisandro y su familia no tuvieron que ocultar más quienes eran realmente. Y muchos otros vecinos más, aprovecharon la ocasión para confesar su condición de hombres lobos. El pueblo de Finclan dejo atrás su pasado de miedo y persecución a los hombres lobos, y comenzaron a vivir en armonía todos sus habitantes.