El Señor Agrio Gris llevaba trabajando en la calle Desesperante nº 30 desde hacía ya tantos años que todos habían perdido la cuenta. Era un contenedor gris, anticuado y muy gruñón. Con él, trabajaban otros tres contenedores.
El contenedor Verde Botella, conocido como Iglú, se había indigestado en más de una ocasión por comer botellas con tapones y viejas tazas de porcelana. Su plato favorito eran los tarros de legumbres y de postre los frascos de mermeladas, pero no siempre podía degustar esos alimentos porque había días que tenía que colgar un cartel de "Estoy malito" porque se indigestaba al comer tapones que la gente olvidaba en las botellas. Su carácter comprensivo y generoso, le hacía olvidarse pronto de estos descuidos de los ciudadanos.
El contenedor Azul Celeste era un sabelotodo. Siempre ponía al día a los demás sobre las noticias gracias a los periódicos y revistas.
Don Amarillo Alegre fue el último contenedor en incorporarse a la plantilla de trabajo, pero su buen humor le hizo hacerse amigo de todos muy rápidamente.
Agrio Gris, siempre había sido el contenedor más tristón y el que menos hablaba de los cuatro. No hacía nunca partícipes a los demás de sus problemas. Así que poco sabían los otros tres que lo estaban llenando con bolsas de basura repletas de todo tipo de enseres que no debían ir a parar allí. A veces ni se molestaban en cerrarlas correctamente y Agrio Gris padecía una tremenda alitosis.
Cada vez estaba de peor humor y tremendamente enfadado porque le usaban incorrectamente. Estaba perdiendo su característico color gris para tornarse en un negro opaco y de aspecto terrible.
Un día, el Señor Agrio Gris comenzó a escupir todas y cada una de las bolsas de basura que los ciudadanos depositaban dentro de él. Y Amarillo Alegre que siempre fue el contenedor más divertido y animoso no tardó en hacer lo mismo. La verdad es que nunca le habían usado bien en ese barrio. En vez de introducir envases de plástico, latas de refresco y conservas, la gente le llenaba de residuos que debían ir a parar a Verde Botella o al señor Agrio Gris
La calle pronto se cubrió de desperdicios.
A
l contenedor Verde Botella le apasionaba la naturaleza, no podía ver el parque lleno de basura y los árboles llenos de envases. De modo que les propuso:
- ¿Y si nos ponemos carteles indicando dónde deben dejar cada residuo? Así ayudaremos a los ciudadanos a no equivocarse al tirar la basura.
- ¡Buena idea! – contestó Azul Celeste.
- ¡Me apunto! - dijo finalmente Amarillo Alegre.
- ¡Ni hablar!- gruñó Señor Agrio Gris.
Verde Botella entendía que Agrio estuviera muy molesto, pero trató de convencer a su compañero:
- Vamos Agrio, demos otra oportunidad a los ciudadanos.
- Venga Agrio, hay que tener confianza en las nuevas generaciones. Si no les ayudamos nunca aprenderán a reciclar – comentó Azul Celeste.
- Bueno – accedió finalmente el viejo contenedor.
Y tras colocarse unos carteles enormes que les cubrían por completo indicando qué debían tirar en cada uno de ellos, lograron que los ciudadanos usaran correctamente cada contenedor.