Yeray era un niño bajito, delgado y con apariencia débil. Sus compañeros se reían de él a menudo porque ni siquiera podía con la mochila del colegio.
Yeray cumplía años a principio de curso. El día que cumplía 8 años sus padres le despertaron temprano para que abriera sus regalos. Ese mismo día empezaban las clases.
Entre los regalos de su octavo cumpleaños se encontraba una mochila super molona con ruedas y todo.
- ¡Ahora nadie se reirá de mí porque no puedo con la mochila! -dijo Yeray, muy contento.
- Sí, pero hay algo más hijo -empezó a decir la mamá de Yeray. Pero el niño la interrumpió.
- Que sí mamá, que ya lo sé. ¿Crees que no he visto a los mayores llevar mochilas de estas?
- Pero esta es distinta hijo...
- Que sí, mamá. No te preocupes, veo estas mochilas, todos los días. - dijo Yeray volviendo a interrumpir a su madre-
- Pero tengo que explicarte una cosa, hijo.
- No tienes que explicarme nada, sé perfectamente cómo funciona. ¡Muchas gracias!
Después de desayunar, Yeray cargó su enorme montón de libros en su nueva mochila. Pero si cargar con la mochila era duro, la cosa no mejoró mucho con la mochila de ruedas.
Yeray llevaba la mochila tan cargada que apena podía tirar de ella. Cuando sus compañeros lo vieron empezaron a reírse de nuevo y a hacerle la burla.
Cuando llegó a casa, Yeray estaba agotado de tirar de la mochila.
-
¿Qué tal tu primer día de cole con tu nueva super mochila? -le preguntó su madre.
- Super mega desastre diría yo -dijo Yeray.
- ¿Por qué? ¿No ha funcionado el super propulsor? -preguntó su madre.
- El ¿qué? -dijo Yeray.
- El mega propulsor, el que se activa en el botón rojo que hay bajo el tirador -dijo su madre.
- ¿Por qué no me habías dicho que la mochila tiene un super propulsor? -preguntó Yeray.
- Intenté explicártelo, ¿recuerdas? Pero no me dejaste -dijo su madre- Supongo que tampoco habrás sabido activar la ayuda para subir escaleras ni el patinete propulsado que hay escondido en la parte trasera.
- Cuánto siento no haberte escuchado, mamá -se disculpó Yeray-. ¿Me lo explicarías ahora?
- Claro, hijo. Ya verás qué bien te va a ir a partir de ahora.
Y así fue como Yeray aprendió a usar su nueva mochila y a escuchar antes de hablar, porque aunque uno sea muy listo, siempre se pueden aprender cosas de los demás.