Lila era muy feliz cuidando de su perrito Karta, que le había regalado la tía Lucía cuando cumplió seis años. Lo cierto es que estaban muy unidos y la niña dedicaba todo su tiempo libre a enseñar a Karta habilidades que eran muy raras en los perros ya que se había dado cuenta de que su compañero era muy inteligente.
Una tarde después de hacer los deberes del colegio, llevó de paseo a Karta y le presentó a las mascotas de sus amigos del barrio. Le presentó al señor gato, que se llamaba Patón, al gallo de la señora de enfrente al que le llamaban Kiriki y también al pájaro de Pedro al quien habían puesto de nombre Pío-pío.
Un día la madre de Lila, mientras pasaba la escoba por el salón, escuchó piar en la habitación de la niña.
- ¿No tendrás un pájaro Lila?- preguntó su mamá preocupada porque el padre de la niña era alérgico a las plumas de los pájaros.
- No mamá, es Karta que….- entonces el perrito hizo “pío-pío” -
- ¡Dios mío!.- exclamó la madre de la niña.- Este perro no es normal...¡está loco!.
- No mamá es que.........- pero la madre no le dejó terminar la frase a la niña, dio media vuelta y salió del cuarto de Lila llevándose las manos a la cabeza.
Otro día, el padre de Lila, estaba leyendo el periódico en su sillón preferido y oyó maullar.
- Miau, miau, miau...
- Lila ¿no tendrás un gato en la habitación? Sabes que mamá y tu hermana son alérgicas a ellos.
- No papá, es Karta
Y el perrito maulló de nuevo.
- ¡Dios mío este perrito está enfermo!-dijo el papá.-¡No puede ser! ¡Un perro que maulla! ¡No puede ser!
- No papá, es que es...- Pero su padre tampoco le dejó terminar la frase a la pequeña y salió de la habitación murmurando:
– Esto no puede ser cierto. Un perro no puede decir miau. Los perros dicen guau.
A pesar de que Lila se sentía un poco desilusionada porque sus padres jamás terminaban de escuchar la explicación por la cual Karta sonaba igual que esos animales, continuó entrenando a su cachorro en esta habilidad tan especial que había adquirido.
Una mañana muy temprano los padres de Lila se despertaron asustados al oír a un gallo cantar. Corrieron a la habitación de la niña. Sobre el armario estaba Karta dando los buenos días con su kikirikí.
- Esto no puede continuar así, tendremos que llevarlo al veterinario, este perro está loco - decidió tajante el padre de Lila -
Y así fue como padres, niña y perro fueron a visitar al veterinario.
Al verlos con cara de preocupación, el doctor preguntó:
-¿Qué está pasando aquí?
Los padres contaron al veterinario el extraño comportamiento de Karta en los últimos días. Éste se dirigió al perro y le preguntó:
- Dicen que puedes hacer miau.
Y el perrito hizo miau.
- Y piar, ¿sabes piar?
Y el perro pió.
El veterinario estaba desconcertado. No podía creer lo que escuchaba así que llamó a la niña.
-Lila, ¿por qué crees que tu perro es tan raro? ¿Qué le puede pasar?
-
Nada -dijo la niña - No le pasa nada.
- ¿Nada? -Preguntaron padres y veterinario en coro.
- ¡Nada! Karta no es raro, es un perro muy listo porque sabe muchos idiomas que yo le he enseñado: idioma gatuno, el idioma de los pájaros y también el de las ovejas. Porque también sabe decir....
En ese mismo instante Karta se expresó con un fuerte “beeeeee, beeeeee- beeeeee”
Todos rieron al escuchar al perrito comportándose como una verdadera oveja.
- Pues sí que es inteligente tu perrito, Lila.- dijo el veterinario.
- Guau, guau, guau, guau,- contestó Karta.
- Eso es lo que siempre digo yo, que mi perrito es el más especial de todos los perros del barrio.
El veterinario les sacó una foto a todos, incluida Karta, ya que quería tener un recuerdo de aquel día ya que jamás había conocido un perro como él.
Los padres de Lila comprendieron lo importante que era dedicar el tiempo necesario para escuchar lo que su pequeña tenía que decir antes de sacar conclusiones precipitadas.