Sara vivía entre su mundo de colores y sus juguetes. El azul del cielo, el verde de la hierba, el amarillo del sol, el rosa de las flores, el rojo de los corazones, el lila de sus camisetas, el blanco del azúcar y la fría nieve, el negro de la oscuridad de la noche, pero también del traje del pingüino sonriente que tenía en su habitación, el naranja de su cuaderno de letras, el gris de las nubes en febrero...
Le encantaba sentir las ceras de colores entre sus dedos, pintar sitios bonitos que iba conociendo con su familia, los sitios imaginarios de su mente, los duendes, los reyes magos, los regalos que quería de cumple.
Un buen día llegó al colegio y la profesora de siempre, Susana, no estaba. ¿Qué le habrá pasado a Susana? Todos los niños se preguntaban entre ellos. No pasa nada, porque Lola entró por la puerta con una sonrisa enorme y todos quedaron mirando para ella. ¡Lola parecía divertida!
Lola posó su maletín y su paraguas y fue acercándose para conocerles de uno a uno. Después pusieron una divertida canción, Sara estaba muy alegre. Parecía un día muy bueno.
Paró la música y Lola sacó unas fichas de su maletín y les explicó que hasta ahora estaban pintando los dibujos que querían y que hoy iban a pintar unos dibujos que a ella le encantaban y que seguro que iban a quedar fenomenal pintados.
Cuando Sara recibió su ficha vio que había en ella una flor enorme. Nunca había visto una flor así. De repente le entró algo de miedo porque la profesora dijo que tenían que intentar no salirse de las líneas que formaban cada dibujo. Pero a ella le encanta pintar así que ¡a disfrutar!
Sara sacó todos los colores de su estuche y se puso a ello. Solía pintar rápido, así que al poco de pintar de colores su flor se salió un par de veces. Sara se paró y de repente empezó a sentir que tenía como fuego por dentro, soltó los colores y se levantó de la silla.
-Sara, ¿qué te pasa? -preguntó Lola preocupada-.
-No pienso pintar más -dijo Sara.
-Estás haciendo una flor preciosa. ¿Por qué no quieres acabarla?
Sara sintió que su cara se ponía roja, cruzó los brazos y le dijo:
-Porque esto está mal, me he salido de las líneas. No quiero pintar más.
-
¡Así que es por eso! No te preocupes, todos os habéis salido, es la primera vez que pintáis así. Para aprender algo tenemos que hacerlo mal un par de veces antes. Si lo dejas no volverás a disfrutar pintando y estoy segura de que es algo que realmente te gusta ¿No te gusta mucho?
-Sí, dijo Sara. Y se puso a llorar-. Por eso al hacerlo mal pensé que ya no iba a saber hacerlo bien.
Pues hazme caso y sigue con tu flor de colores. Está muy bien, no hace falta que esté perfecta.
-¿Seguro? -dijo Sara, secándose las lágrimas para que no se fijarán los compañeros.
-Claro que sí, yo te ayudo -dijo Lola. Y se puso a ayudarla no sin antes darle un abrazo.
Sara sintió que el fuego que tenía por dentro ya no estaba y que volvía a sentirse bien. Miró sus colores y volvió a disfrutar de ellos.