Entre los animalitos de un zoológico en una gran ciudad vivía una familia de osos panda traídos de un país lejano.
Un domingo un grupo de niños fue a visitar el lugar dando saltos de alegría. Acompañados de sus padres y abuelos, los niños observaron tras las rejas al elefante, que les saludaba con su gran trompa. El elefante, que parecía tan solitario, enseguida se animó al ver a los niños, que le ponían nombres divertidos y le ofrecían sus golosinas.
La familia de osos panda había llegado hacía poco tiempo. Los osos se sentían un poco atemorizados ante los niños, que los miraban asombrados y querían sacarse fotos con ellos.
La pareja de osos panda tenía un solo hijo, al que el cuidador del zoológica quería muchísimo. El osito panda,que era muy juguetón y tierno, había aprendido a querer a su cuidador a los pocos días de haberlo conocido.
Pasó el tiempo y una tarde de mucho sol el cuidador sacó al osito panda a pasear con él, que le había llamado Pupi. El cuidador llevó a Pupi a pasear por los alrededores para que estuviera contento y conociera a los demás animalitos.
A Pupi le encantó un mono muy grande que tenía una cara muy graciosa y que, al verlo, le había ofrecido una banana. Pupi la comió y se pusieron a jugar, junto con el cuidador, durante toda la tarde.
Después de un buen rato jugando, a Pupi le entraron ganas de ir con su mamá, a la que estaba extrañando mucho. Entonces, el cuidador lo llevó con su familia para que descansara y para que su mamá le diera de comer. Pupi era tan pequeño que todavía necesitaba la leche de su madre.
Pupi durmió feliz. Al día siguiente comenzaron a llegar niños, incluido un grupo de una guardería con su maestra. Los niños se divirtieron mucho al ver a Pupi, al que ofrecían sus galletitas y meriendas para alimentarlo.
Poco a poco, el osito panda se fue acostumbrando al zoológico y a recibir las visitas de los niños, aunque nunca se separaba de su papá y su mamá.