El perro y las gallinas
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El perro y las gallinas

Edades:
A partir de 4 años
El perro y las gallinas Había una vez un perro que vivía junto a un gallinero. El perro permanecía callado todo el día, menos el granjero le echaba de comer a las gallinas. Cuando esto sucedía, el perro empezaba a ladrar muy fuerte y con mucha rabia. Asustadas, las gallinas se escondían.

Los pajaritos, al ver comida en el suelo, bajaban rápidamente a comer la comida esparcida. Estos se daban un buen festín, mientras ignoraban las advertencias de las gallinas.

-¿Es que no estáis escuchando al perro ladrar? -decían las gallinas.

Pero los pájaros, que no podían piar con el pico lleno, seguían a lo suyo sin hacer caso a los comentarios.

Y así, día tras día, el perro ladraba a las gallinas cuando salían a comer los granos y las migas de pan que el granjero les echaba.

Menos mal que el granjero también les ponía comida dentro para que se alimentaran.

Y menos mal que el perro no lo sabía, porque así permanecía calladito.

Un día, el granjero metió un gallo en el gallinero. Las gallinas se pusieron muy contentas al ver semejante ejemplar junto a ellas.

-Tranquilas, chicas, no os pongáis nerviosas -dijo el gallo-. A ver, a qué viene tanto alboroto y tanto cacareo.

-Estamos muy contentas porque seguro que contigo el perro nos dejará comer las migas de pan y el maíz que nos trae el granjero todas las tardes -dijo una de las gallinas.

-A ver, ¿cómo es eso? -preguntó el gallo.

A duras penas pudo el gallo enterarse de lo que pasaba, porque todas las gallinas se pusieron a hablar a la vez, entre saltos, gritos y sonidos que no se sabía muy bien qué eran.

Cuando el gallo consiguió enterarse, dijo a las gallinas.

-Está bien, os ayudaré -dijo el gallo-. Cuando el perro empiece a ladrar contaré hasta tres y os tiraréis contra la verja cacareando como locas.

-Pero ¿cómo es eso? -preguntó una de las gallinas.

-Simplemente, vais saltando y abriendo las alas y le decís al perro lo que pensáis de él, más o menos lo que habéis hecho ahora mientras me contabais la historia -dijo el gallo.

Las gallinas estaban un poco confundidas. Así que el gallo añadió:

-Tenéis que hacerlo si queréis que yo haga mi parte. Solo así el perro dejará de molestar. Sed valientes y confiad en mí.

YEl perro y las gallinas eso hicieron las gallinas. Esa misma tarde, cuando el granjero les echó de comer y el perro empezó a ladrar, todas se lanzaron hacia la verja, cacareando, chillando y moviendo sus alas con tal impulso que le dieron un gran susto al perro.

-¡Se ha callado! ¡Se ha callado! ¡Vamos a comer!

Las gallinas se fueron a comer mientras el gallo paseaba entre ellas.

-Muy bien, chicas -dijo el gallo-. Y espero que sea la última vez que pensáis que tiene que venir un gallo a solucionar vuestros problemas. Porque, como ha quedado claro, vosotras mismas habéis solucionado el problema sin ayuda de nadie.

Y así fue como las gallinas no volvieron a dejarse amedrentar por ningún perro, y como los pajaritos tuvieron que buscar comida en otro sitio, porque allí, definitivamente, las gallinas ya no iban a dejarse nada por comer.
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