Daniel andaba con la mosca detrás de la oreja. ¿Qué habría querido decir su madre por la mañana cuando le pidió sus calcetines favoritos? En ello pensaba de camino al colegio. Y seguía pensando en ello cuando empezó la clase.
- ¿Tomates en los calcetines? -pensaba Daniel-. No era posible. Los tomates no crecen en los calcetines, sino en la tierra ¿no? A lo mejor mamá se llevó los calcetines a la compra porque no tenía bolsas. Pero los tomates son más grandes que mis calcetines, creo. No, definitivamente mi madre no ha usado mis calcetines como bolsas de la compra.
- Daniel ¿en qué están pensando? -preguntó la maestra.
Daniel, sin darse cuenta de la situación, contestó con toda la naturalidad del mundo.
- En los tomates de mis calcetines, señorita Pepa.
Toda la clase explotó en una sonora carcajada. Daniel era famoso por sus tremendas ocurrencias.
-¿Cómo dices? -preguntó la maestra.
- Al parecer han crecido tomates en mis calcetines, pero no sé cómo es eso posible, señorita Pepa. Sin tierra, ni agua, ni sol… no lo veo posible. Creo que es un misterio que hay que estudiar, señorita. ¡Imagínese! ¡Solucionaríamos el problema del hambre en el mundo, señorita!
La señorita Pepa, aunque acostumbrada a las ideas de Daniel, no podía creer lo que oía. Y, mientras tanto, la clase no paraba de reír.
-A ver, Daniel, ¿qué ha pasado? -preguntó la maestra.
-Le he pedido a mi madre mis calcetines favoritos esta mañana y me ha dicho que estaban llenos de tomates, que así no me los podía dar -contestó Daniel.
A
lgunos niños ya lloraban de la risa. Otros tenían serios dolores de barriga de tanto reír.
-Es una forma de hablar, Daniel -dijo la maestra-. Cuando decimos que han salido tomates en los calcetines en realidad estamos diciendo que están llenos de agujeros redondo y grandes ¡como tomates!
Daniel se quedó muy serio.
-¡Y yo que me había hecho ilusiones! -exclamó finalmente Daniel.
- Gracias por este toque de humor, naturalidad, creatividad e idealismo, Daniel -dijo la maestra-. Ahora, por favor, vamos a seguir con la clase.
Y continuaron, eso sí, con una gran sonrisa en la cara, que les duró a todos hasta el final del día.