Michael era un niño ciego. Cuando se hizo mayor sus padres llevaron a casa un perro lazarillo para que pudiera moverse solo por el pueblo, que era muy tranquilo. A Michael le encantó la idea de poder salir solo a comprar el pan, ir al colegio o pasear por el parque a escuchar el canto de los pájaros.
Pero cada vez que salía con su perro lazarillo, Michael empezaba a estornudar y le lloraban los ojos.
- Eres alérgico a los perros -le dijo el médico-. Pero no te preocupes. Tengo la solución.
- No quiero ninguna solución -dijo Michael. Quiero a mi perro.
Michael estaba encantado con su perro, y no quería separarse de él. No entendía qué era eso de la alergia. Además, prefería estar estornudando todo el día a quedarse sin su nuevo amigo.
El médico les habló a los padres de Michael de un prototipo de robot lazarillo que estaban diseñando en una estación espacial.
- Mi hermano es el jefe del equipo -dijo el médico-. Le diré que pueden probar el modelo de robot lazarillo para niños con Michael, si os parece bien. El de adultos funcionar a las mil maravillas.
A los padres de Michael les pareció una idea fabulosa, aunque el niño no quería saber nada de aparatos raros de esos.
A los pocos días, el robot estaba en casa de Michael.
- ¡No lo quiero! -dijo Michael.
El robot, que estaba allí, se puso a llorar.
- Robot quiere Michael -dijo el aparato, con voz metálica.
- Pero si ni siquiera sabe hablar -se rió Michael.
- Robot aprender de Michael - dijo el robot.
- Sí, hombre, lo que me faltaba -dijo el niño.
Entonces, el robot se sentó y se apagó.
- ¿Se ha estropeado? -preguntó Michael.
- Eso parece -dijeron sus papás.
En ese momento, llegó el perro y le dio un lametazo al robot, que se encendió al instante.
- Tú no Michael - dijo el robot.
- ¡Guau! - ladró el perro.
- ¡Guau! - repitió el robot
A Michael eso le encantó.
- ¡Qué chulo! -dijo Michael.
Michael escuchó como su perro y el robot se hablaban, o más bien, se ladraban. Así que se acercó a disfrutar del juego con ellos.
-
Robot querer amigos -dijo el robot.
- Michael también querer -dijo el niño, que se echó a reír por la gracia que le había hecho su propia broma.
El robot también se rió con ganas. Y el perro parecía también muy contento.
- Robot tener sorpresa para Michael -dijo el robot.
- ¿De verdad? -preguntó el niño.
- Michael no estornudar en todo rato con perro - dijo el robot
- ¡Es verdad! - dijo el niño-. ¿Cómo lo has conseguido?
- Robot diseño especial para Michael -dijo el robot.
El robot estaba diseñado de tal manera que, cuando estaba presente, Michael era inmune a la alergia. Y así fue como Michael consiguió no separarse de su perro, tener un nuevo amigo y poder hacer cosas por sí mismo.