El trol Col vivía en una cueva, junto con sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus primos y un montón de familiares más. Eran tantos que, cada vez que se contaban, perdían la cuenta. O eso decían ellos. No hay que descartar el hecho de que aquellos trols solo sabían contar hasta veintinueve. Y no todos.
En aquella cueva hacía un frío tremendo. Y el trol Col estaba harto de pasar frío.
—Me voy a buscar otra cueva, que aquí tengo mucho frío —dijo el Trol Col.
—No te vayas, por favor, no te vayas —le decían los otros trols.
—Que no, que me voy, que aquí hace mucho frío —dijo el trol Col. Y se fue.
Semanas después, el trol Col volvió a casa.
—¿Encontraste un lugar más cálido? —le preguntó mamá trol.
—¡Qué va! —dijo el trol Col—. Donde fui hacía más frío todavía, y encima no tenía nadie para achucharme y entrar en calor.
—Vaya, qué mal lo habrás pasado, hijo —dijo mamá trol.
—Pues sí, mami, pues sí —dijo el trol Col.
Días después, el trol Col dijo:
—Me voy a buscar otra cueva, porque lo que comemos aquí no me gusta y estoy aburrido de comer siempre lo mismo.
—No te vayas, por favor, no te vayas —le decían los otros trols.
—Que no, que me voy, que aquí se come muy mal —dijo el trol Col. Y se fue.
Semanas después, el trol Col volvió a casa.
—¿Encontraste un lugar donde se comía mejor? —le preguntó mamá trol.
—¡Qué va! —dijo el trol Col—. Donde fui había menos comida que aquí, y encima tenía que recoger yo los ingredientes y cocinar.
Había pasado una semana de todo aquello cuando el tro Col dijo:
—Me voy a buscar otra cueva, que aquí hay mucho ruido —dijo el Trol Col.
—No te vayas, por favor, no te vayas —le decían los otros trols.
—Que no, que me voy, que me molesta tanto jaleo—dijo el trol Col. Y se fue.
Semanas después, el trol Col volvió a casa.
—¿Encontraste un lugar más tranquilo? —le preguntó mamá trol.
—¡Pues sí! —dijo el trol Col—. Pero era muy aburrido y me sentía muy solo.
—Vaya, qué mal lo habrás pasado, hijo —dijo mamá trol.
—Pues sí, mami, pues sí —dijo el trol Col.
Pasaron los días y el trol Col no volvió a protestar.
—¿Ya no protestas, hijo? —le preguntó mamá trol.
—No, mamá —dijo el trol Col—. Hará frío, la comida será siempre la misma y habrá mucho jaleo. Pero en ningún sitio se está como en casa.
—Ya me parecía a mí—dijo mamá trol. Y ahí quedó la cosa.