Filomeno y Celedonio
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Filomeno y Celedonio

Edades:
A partir de 8 años
Filomeno y Celedonio Filomeno trabajaba de sol para cuidar su granja y mantener limpia y ordenada su casa. Todos los días, Filomeno se despertaba con el primer rayo de sol para empezar con sus tareas, y no paraba hasta el anochecer. Así, día tras día.

-¡Qué vida tan aburrida llevas, Filomeno! -le decía de vez en cuando su vecino Celedonio.

-A mí me gusta vivir así. Esta vida me hace feliz -contestaba Filomeno.

-Si el aburrimiento se te hace feliz, allá tú -le decía Celedonio.

Celedonio era todo lo contrario a su vecino Filomeno. Celedonio se quedaba en la cama hasta media mañana, tenía todo desordenado y sucio y se pasaba mucho tiempo tomando el sol o de cháchara en la taberna del pueblo, muchas veces hasta altas horas de la madrugada. Como no le gustaba mucho trabajar tenía pocos animales y escasos cultivos, lo justo para ir tirando.

Un día llegó un jinete de muy lejos que anunciaba una tragedia: un gran tornado se acercaba. El jinete invitó a todos a seguirle para ponerlos a salvo. Como no había ningún lugar seguro por allí cerca todos cargaron con sus pertenencias imprescindibles, agruparon al ganado y se marcharon de allí. Filomeno y Celedonio cerraban el grupo. Filomeno, porque era el que más ganado tenía, Celedonio porque fue el que más tardó en recoger, no por tener muchas cosas, sino porque no estaba acostumbrado a tantas prisas y, como lo tenía todo desordenado, le costó mucho hacer su equipaje.

Días después todos volvieron a sus casas. El pueblo había quedado arrasado. No quedaba nada en pie. Bajo los escombros habían quedado décadas de trabajo y recuerdos.

-Tendremos que buscar otro lugar donde vivir -decían los vecinos.

Filomeno vendió su ganado en el primer pueblo que encontraron. Tenía a los animales tan bien cuidados y alimentados que no le costó venderlos. Solo se quedó con unos pocos. Con el buen dinero que consiguió con la venta y lo que ya tenía ahorrado después de tantos años de trabajo, Filomeno pudo alquilar una pequeña explotación y empezó de cero.

A Celedonio no le fue igual de bien. Nadie quería pagar por sus escuálidos y raquíticos animales. Y como no tenía dinero ahorrado, pues todo lo gastaba en pasárselo bien, y no se preocupó nunca por el porvenir, Celedonio no tenía apenas dinero. Entonces, Celedonio se acordó de su vecino Filomeno y fue a pedirle ayuda.

-Tal vez Filomeno me dé cobijo mientras se arregla mi situación -pensó Celedonio.

Cuando Filomeno conoció la situación de Celedonio le dijo:

-Poco dinero puedo darte por tus animales y trabajo tampoco puedo darte -le dijo.

-Si no los vendo morirán de hambre -dijo Celedonio.

-Está bien, te compraré los animales -dijo Filomeno.

-Gracias, vecino -dijo Celedonio-. Con esto podré irme de aquí. Viviré la vida de aventuras que siempre soñé.

-Pero, ¿de qué vas a vivir? -preguntó Filomeno.

-Improvisaré -dijo Celedonio.

-¿No sería mejor que intentaras empezar de nuevo haciendo lo que sabes hacer? -preguntó Filomeno.

-¿Y tener una vida aburrida como la tuya? No, gracias. Me voy.

Meses después, Celedonio regresó. Filomeno había trabajado duro en su nueva granja y había ganado suficiente como para reconstruir su antigua casa, al igual que todos los vecinos. Solo la granja de Celedonio estaba aún en ruinas.

-Filomeno y Celedonio¿Qué tal, Celedonio? -preguntó Filomeno-. No tienes muy buena pinta.

-Mi vida de aventuras ha sido un desastre -respondió Celedonio-. He pasado frío, hambre y vergüenza. He tenido que trabajar explotado y he recibido insultos y palizas. ¿Podías ayudarme?

-Claro, vecino -dijo Filomeno-. Puedo darte trabajo y refugio. En tus ratos libres podrás reconstruir tu casa.

-Al final, tendré que llevar una vida aburrida como la tuya -suspiró Celedonio.

-Mi vida no es aburrida -dijo Filomeno-. Tal vez no sea muy emocionante, pero tiene sus momentos.

A Celedonio no le quedó otra que aprender de su vecino Filomeno y trabajar duro de sol a sol. En pocos meses consiguió reconstruir su casa y consiguió dinero para empezar de nuevo.

Un día, Celedonio le dijo a Filomeno:

-Sabes, vecino, esta vida no está tan mal. Es tranquila y exigente, pero es emocionante, a su manera.

Filomeno le respondió:

-La clave está en la disciplina y el compromiso con lo que haces, vecino, hagas lo que hagas. También hay gran emoción en las cosas más sencillas. Todo depende de los ojos con los que mires.
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