Había una vez un hada tan sucia y tan cochina que todo el mundo la llamaba Hada Cochinota.
Hada Cochinota no tenía ningún cuidado cuando jugaba ni cuando comía ni cuando pintaba. Y si iba por el bosque y había llovido, a ella le daba igual meterse por los charcos.
Como en el País de las Hadas se valora mucho la limpieza, la mamá de Hada Cochinota se pasaba el día diciéndole a su hija que se bañara. Todo el día estaba la pobre lavando la ropa de su hija, limpiando sus zapatos y arreglándole el pelo.
Cerca del País de las Hadas vivía Trol Gorrino, un trol muy malo y muy marrano que había oído la historia de Hada Cochinota.
-Es perfecta para mí -pensó Trol Gorrino cuando escuchó por primera vez la historia.
Trol Gorrino se obsesionó con la idea de llevarse a su cueva a Hada Cochinota, pero el encantamiento que protegía el País de las Hadas le impedía entrar.
El Mago Mumalo, que sabía todo lo que había que saber sobre los pensamientos perversos de los seres mágicos, decidió ayudarlo a cambio de un ingrediente mágico que necesitaba para uno de sus hechizos. Pero como es una cosa muy cochina la que le pidió mejor pasamos por alto este detalle.
A Trol Gorrino le pareció buena idea. Cualquier cosa era poco con tal de tener a su amada Hada Cochinota guarreando con él en su cueva.
-Conseguiré que expulsen a Hada Cochinota del País de las Hadas, amigo Trol Gorrino -dijo el mago.
-Eres muy malo, Mago Mumalo -dijo el trol.
-De ahí mi nombre -dijo el mago, orgulloso.
-¿De dónde? -preguntó el trol.
-Déjalo, no sea que tengamos que añadir el apellido Mutonto a tu ya poco agraciado nombre -dijo el mago.
-No entiendo -dijo el trol
-Ya, bueno, te lo explico otro día -dijo el mago-. De momento voy a lo mío que me hace falta eso tuyo. Vete preparándolo, que pronto tendrás a tu hadita por aquí.
Mago Mumalo lanzó un hechizo para que la madre de Hada Cochinota se pusiera enferma. Y como no había nadie que lavara la ropa del hada ni que le insistiera para que se lavara, en pocos días el Consejo Real decidió expulsarla.
Hada Cochinota no quería irse y dejar a su madre enferma sola en casa. Así que aprovechó su paso por casa para recoger sus cosas para asearse y ponerse ropa limpia. Después se dirigió al Consejo Real y les dijo:
-Prometo comportarme como el hada que soy -dijo-. Prometo ser cuidadosa y limpia, asearme e ir siempre radiante.
-¿Por qué ese repentino interés? -preguntó la primera ministra.
-Por mi culpa mi madre ha enfermado -dijo Hada Cochinota-. Debo cuidarla. Si para eso he de cambiar, cambiaré y me esforzaré.
-
Tienes de plazo hasta que tu madre se recupere -dijo la primera ministra-. Si vuelves a ir hecha un asco no habrá una segunda oportunidad.
Gracias a la intervención del mago, Hada Cochinota se convirtió en el hada más limpia de todo el País de las Hadas.
-¡Maldición! -gritó Mago Mumalo.
-Y ahora, ¿qué hago yo con esto? -preguntó el trol-. No soy tan tonto como para dártelo sin haber cumplido tu parte.
-Bueno, ya que lo tienes…. ¿qué más te da? -dijo el mago-. Yo lo he intentado, ya lo has visto. A ti ya no te sirve.
-Sin hada no hay ingrediente -dijo el trol, tragándose lo que tenía en la mano.
-Puaj, ¡qué asco! -dijo el mago-. Yo me voy de aquí. Apesta.
Así es como Hada Cochinota se libró de ser la esclava del trol más guarro del mundo. Su buen corazón y su gran amor pudieron más que su falta de interés. A veces no hay nada como un buen susto para darse cuenta de qué es lo que verdaderamente nos importa.