Greenock, Escocia, 19 de enero de 1736. En el seno de una familia acomodada nace James Watt, hijo de James Watt y Agnes Muirhead. El pequeño James es un chico brillante, pero de salud delicada. Es por eso que sus padres deciden no llevarlo a la escuela y enseñarle en casa. Cuando finalmente mejora su salud, el chico es enviado a la escuela, donde no comienza con buen pie. Nadie podría haber imaginado entonces el papel fundamental que James jugaría en el progreso a nivel mundial, ni que fuera a ser una pieza fundamental en el desarrollo de la primera Revolución Industrial.
A los 14 años, James empieza a destacar en áreas como las matématicas, y a los 17 comienza a crear inventos matemáticos. Su talento en esta área le lleva a estudiar ingeniería mecánica en Londres. Tras finalizar sus estudio, James se instaló en Glasgow y durante años se dedica a vender instrumental matemático que él mismo diseña y fabrica.
Una día, James entra en contacto con una máquina de vapor de Newcomen. Thomas Newcomen inventó esta máquina en 1712 para bombear agua en las minas, mejorando una máquina diseñada años antes por Thomas Savery
Enseguida James se da cuenta de la gran cantidad de energía que esta máquina desperdicia, y empieza a trabajar en la forma de resolver la cuestión. Tras mucho esfuerzo, James logró en el año 1765, da con la solución. Pero todavía hace falta que pasen unos años para que la máquina de vapor de James Watt vea la luz, en 1768, que patenta al año siguiente.
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ómico de Matthew Boulton, James se establece en Birmingham y continuó perfeccionando su máquina de vapor. Así, unos años después, James desarrolla una segunda versión de la máquina mucho más eficaz, práctica y confiable, que puede aplicarse a nuevas industrias. De hecho, poco después, la máquina de James Watt fue perfeccionada por otros ingenieros, dando lugar a la aparición de los primeros barcos de vapor y locomotoras, lo que permitió una gran desarrollo comercial a principios del siglo XIX.