A la protagonista de este nuevo relato histórico se la conoce como Juana la Loca, pero en realidad se llamaba Juana I de Castilla. Nació en el siglo XV, en el año 1479, en la ciudad manchega de Toledo.
Fue la tercera hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, de los que ya hablamos cuando conocimos la historia de Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Juana recibió una educación de princesa como era de esperar. El problema es que no mostraba interés ni por la religión ni por su educación como futura reina. Algo que preocupaba mucho a su madre, Isabel la Católica.
Con solo 17 años sus padres la casaron con el archiduque Felipe, llamado “Felipe el Hermoso”. Era el hijo mayor de los reyes de Austria. Como ocurría siempre en esa época cuando se trataba de nobles y reyes, el matrimonio se celebró para fortalecer las relaciones entre los dos países.
Cuando los hermanos de Juana murieron, ella y su esposo fueron coronados como reyes de Castilla y de Aragón. Al poco tiempo empezó a correr el rumor de que Juana padecía una enfermedad mental que le nublaba el juicio. Esto complicó mucho su reinado. Como se llegó a la conclusión de que Juana no estaba en condiciones de ser reina, Felipe el Hermoso y el padre de esta, Fernando el Católico, formaron un gobierno conjunto para gobernar Castilla y Aragón. La cuestión fue que pronto empezaron a surgir problemas entre ellos porque tenían maneras distintas de hacer las cosas. Para evitar entrar la guerra, Fernando dejó todo el poder en manos del marido de Juana.
Con 28 años y seis hijos, el rey Felipe el Hermoso murió por beber un vaso de agua helada después de jugar a pelota. Como Juana seguía incapacitada para reinar, su padre volvió y
se hizo cargo del trono hasta que el primer hijo varón de Juana, Carlos, pudo hacerse cargo de la corona. Juana nunca perdió el título de reina pero nunca llegó a ejercer como tal sobre todo por la negativa de sus familiares que mantuvieron siempre que padecía una enajenación mental. Sus últimos años los vivió en Tordesillas junto a su hija Catalina. Sus otras hijas se acabaron convirtiendo, por sus respectivos matrimonios, en reinas de Portugal, Hungría, Dinamarca y Francia. En total, Juana la Loca vivió recluida 46 largos años hasta que murió en 1555 ya como anciana.