La bolsa maravillosa de Pedro
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La bolsa maravillosa de Pedro

Edades:
A partir de 6 años
La bolsa maravillosa de Pedro En un pequeño y pintoresco barrio vivía Pedro, un niño curioso y juguetón que se pasaba el día buscando cosas nuevas.

Un día, mientras jugaba en el parque del barrio, Pedro tropezó con algo inusual enterrado en el suelo. Era una bolsa de tela, sencilla y sin ningún adorno particular. Sin embargo, al abrirla, una ráfaga de viento con destellos dorados surgió de su interior. ¡Era una bolsa mágica!

—¡Vaya! —exclamó Pedro, sorprendido—. Me pregunto qué más puede hacer esta bolsa.

No tuvo que esperar mucho. Al pensar en un juguete que siempre había deseado, este apareció dentro de la bolsa. Emocionado, Pedro pensó en dulces, libros y todo tipo de maravillas, y como por arte de magia, aparecían dentro de la bolsa.

Esa noche, Pedro no pudo contener su alegría. En su habitación, rodeado de juguetes y golosinas, pensó que nunca volvería a desear nada. Pero al día siguiente, mientras caminaba por las calles del barrio, vio a otros niños. Algunos deseaban tener un balón para jugar, otros soñaban con un nuevo par de zapatos, y algunos simplemente querían algo dulce para comer.

Fue entonces cuando su amiga Isabel se acercó. Al ver la bolsa y todo lo que Pedro podía sacar de ella, le dijo con una sonrisa:

—Es maravilloso que tengas todo esto, Pedro, pero... ¿no crees que sería aún más mágico si compartieras con los demás?

Pedro pensó en las palabras de Isabel. Recordó cómo se había sentido cuando no tenía juguetes para compartir, y cómo Isabel había perdido su juguete favorito por no compartirlo con nadie.

Sin pensarlo ni un segundo más, Pedro comenzó a usar la bolsa para ayudar a los niños del barrio. Regaló balones, zapatos, libros y golosinas. Y con cada sonrisa y abrazo que recibía, Pedro se sentía más y más feliz.

Sin embargo, un día la bolsa dejó de funcionar. Pedro estaba preocupado, así que se fue a pasear por el parque, a ver si se le ocurría alguna idea. Mientras paseaba vio a un anciano que lo miraba con insistencia y que aparecía cada vez que levantaba la vista.

—¿Qué querrá ese hombre? —pensó Pedro.

Entonces se acordó de él. Siempre que había usado la bolsa lo había visto cerca, incluso no muy lejos de su casa.

—Disculpe, ¿le conozco? —preguntó el niño al anciano.

El anciano, con una sonrisa sabia, le dijo:

La bolsa maravillosa de Pedro—Tú a mí no, pero yo a ti sí. Sé que estás preocupado por la bolsa, y debes saber algo. La bolsa no tiene poder por sí misma. Eres tú quien tiene el poder de hacer feliz a los demás. La bolsa solo refleja lo que hay en tu corazón y lo transforma en magia.

Pedro comprendió entonces que no necesitaba objetos mágicos para ser feliz o hacer felices a los demás. Lo más importante era compartir, ayudar y amar a quienes lo rodeaban.

Desde ese día, Pedro y Isabel pasaron sus tardes jugando con los niños del barrio, compartiendo risas, sueños y aventuras. Y aunque la bolsa ya no tenía magia, Pedro siempre la llevaba consigo como un recordatorio de la lección más importante que había aprendido:

La verdadera magia está en compartir.
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