La madre de Lorena usaba muy a menudo la expresión “abrir la caja de Pandora”. La niña, que nunca había entendido a qué se refería, un día decidió investigar por su cuenta y se acercó a la biblioteca. Allí, el bibliotecario le dijo que tenía que ir a la sección de mitología clásica. Así lo hizo Lorena y se sumergió en la historia de Pandora y su misteriosa caja.
Leyó que, un día, el padre de todos los dioses, Zeus, bajó a la tierra desde el Olimpo, el sitio en el que vivían, para visitar a la gente, al pueblo llano. La gente vivía feliz, sin trabajar, sin cocinar. Por eso, Zeus quiso ponerle a prueba y comprobar hasta qué punto eran obedientes las personas. Para ello se fue a casa de una chica llamada Pandora y le regaló una preciosa caja de madera decorada con piedras preciosas muy brillantes.
Pandora le dio las gracias y cogió la caja para colocarla en la mesilla al lado de su cama. Pero Zeus le advirtió:
-Pandora, no puedes abrir la caja bajo ningún concepto porque contiene muchas desgracias para las personas.
- Entendido -dijo Pandora -nunca abriré la caja.
Después, Zeus se fue de nuevo al Olimpo. La cuestión es que Pandora era muy curiosa y poco obediente.
Un día empezó a pensar qué habría dentro de la caja. Imaginaba que serían joyas, perfumes o algún secreto importante. Comida por la curiosidad, decidió abrirla solo un poco para ver lo que había dentro. Su idea era volver a cerrarla al momento. Sin embargo, al instante, nada más abrirla, se formó una tormenta horrible, la habitación se llenó de viento y un humo negro salió de la caja y se extendió por todo el mundo. También salieron de la caja todas las desgracias para la Humanidad: el hambre, las enfermedades, las envidias, el frío, la pobreza, las guerras.
Pandora vio que en el fondo de la caja aún quedaba la esperanza y por eso la cerró inmediatamente, para que no se perdiera. Desde entonces, las personas siempre podemos contar con la esperanza cuando las cosas son complicadas en la vida.