Pablo estaba jugando en su jardÃn cuando vio una caja gigante en la puerta de su casa. La caja tenÃa su nombre escrito en letras brillantes y coloridas. Con curiosidad, llamó a su amiga Luna para que lo ayudara a abrirla.
— ¡Luna, ven rápido! ¡Tienes que ver esto! —gritó Pablo.
Luna corrió hacia la casa de Pablo, y juntos, levantaron la tapa de la caja. De repente, un torbellino mágico los envolvió y los llevó a un lugar desconocido.
Se encontraron en un bosque encantado lleno de flores que cantaban y mariposas que bailaban. Un anciano de barba larga y blanca se acercó a ellos, sonriendo amablemente.
—Hola, niños. Soy el señor Bondad, y os doy la bienvenida al Bosque Encantado —dijo el anciano—. Este lugar es especial y está lleno de pruebas que debéis superar. Entonces encontraréis el tesoro más valioso del mundo y podréis volver a casa.
La primera prueba fue cruzar el RÃo de los Sueños. Este rÃo no era como los otros, en sus aguas nadaban peces de colores que, en lugar de burbujear, ¡hablaban! Cada pez tenÃa una historia única que contar. Algunas eran sobre valientes héroes, otras sobre tierras lejanas y algunas otras sobre misteriosas criaturas mágicas.
Pablo y Luna se metieron en el rÃo, maravillados, mientras los peces saltaban y se zambullÃan, cada uno compitiendo para contar la historia más fascinante. Pronto se dieron cuenta que solo podrÃan avanzar si escuchaban a los peces, sin interrumpirles ni distraerse con otras cosas.
—Me ha costado un poco, con lo que me gusta a mà hablar —dijo Luna,
—Y a mÃ, que siempre estoy interrumpiendo —dijo Pablo.
La siguiente parada fue la Montaña de la Solidaridad. AllÃ, vieron a varios animales heridos, con plumas desplumadas y patas vendadas. Los ojos de los animales estaban llenos de esperanza al ver a los niños.
Pablo y Luna, sin pensarlo dos veces, se pusieron manos a la obra. Limpiaron las heridas, vendaron patas y acariciaron cabezas. Pablo, mientras acariciaba a un conejito con la pata vendada, comentó:
— Siempre es bueno ayudar a los demás.
La siguiente prueba se la encontraron en el Prado de la Paciencia, un campo de hierba verde salpicado de flores de colores. En medio del prado, habÃa una vaca pastando, sin ninguna preocupación en el mundo.
Junto a la vaca habÃa una silla muy bajita y un cubo.
—Parece que tenemos que ordeñar a la vaca —dijo Luna.
—Vamos, rápido, que esta prueba parece fácil.
Pero no lo era. La vaca no se dejaba ordeñar.
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€”Esto es el Prado de la Paciencia, Pablo —dijo Luna—. Vamos a tener que tomarnos esto con calma para que la vaca nos deje ordeñarla.
Los dos amigos se relajaron y, poco a poco, la vaca se acercó a ellos y les dejó que la ordeñaran.
A la salida del prado estaba el señor Bondad, esperándolos.
—Enhorabuena, habéis superado las pruebas —les dijo—. Habéis conseguido el mejor premio del mundo: a partir de ahora, seréis los mejores amigos para siempre.
—¡Bien! —gritaron Pablo y Luna
—La amistad es un tesoro de valor incalculable—dijo el señor Bondad—. Siempre estad ahà el uno para el otro y veréis cómo la vida se vuelve más fácil y divertida.
Pablo y Luna se abrazaron mientras un torbellino mágico los envolvÃa para regresar a casa.
Nunca volvieron al Bosque Encantado, pero el recuerdo de aquel dÃa y su amistad seguirán en sus corazones para siempre.