La desaparición de Chispa
Síguenos en:

La desaparición de Chispa

La desaparición de Chispa El día que Chispa desapareció fue muy triste para Lara. Chispa era una perrita encantadora que había llegado a casa hacía pocos meses. La familia la había adoptado en un refugio de animales. Cuando Lara y la cachorrita se vieron saltaron chispas. Y por eso la llamaron así. Sin duda, estaban hechas la una para la otra.

Unos días antes de empezar las vacaciones de Navidad, Lara sacó a Chispa de paseo. Era la primera vez que salían solas. Lara la sacaba muchas veces, pero siempre con un adulto.

Lara llevó a Chispa a un parque para perros que estaba cerca de su casa. Allí Chispa podía correr, escarbar y jugar. Incluso podía socializar con otros perros.

Pero ese día el parque estaba vacío, aunque eso a Lara y a Chispa no les importó. La niña entró con la perrita en el parque y allí jugaron las dos juntas.

Un rato después aparecieron las amigas de Lara. Iban todas juntos a clase y también quedaban a jugar muchas veces.

Al ver a su amiga allí dentro, le preguntaron si podían entrar a jugar. Pero en ese momento empezaron a llegar más perros, así que Lara cogió a Chispa y salió del parque.

—Mejor vamos a otro sitio, que ahora hay mucha gente y muchos perros —dijo Lara.

Las cinco niñas y la perrita se pusieron en marcha. Cerca había otro parque al que solían ir a jugar a la pelota.

Una de las niñas sacó un balón de su mochila y empezaron a pasárselo unas a otras. Chispa se puso muy nerviosa, y no hacía más que tirar de Lara para ir a por el balón. Ella también quería jugar a la pelota.

—¡Suéltala! —le decían las demás niñas.

—No, que se escapa —dijo Lara.

Pero sus amigas insistieron.

—Mi vecino tiene un perro que no se mueve de su lado, pase lo que pase —dijo una de las niñas.

—Pero Chispa es muy pequeña —dijo Lara.

Y no dijo más, porque en ese momento Chispa tiró tanto de la correa que tiró a Lara al suelo.

Las demás niñas fueron a ayudarla, mientras Chispa jugaba con el balón.

Una de las niñas, al verla, se acercó a la perrita.

—¿Quieres jugar, Chispa? —le preguntó. Y le dio una patada al balón.

Chispa consiguió soltarse y corrió a por el balón. Pero justo cuando iba a llegar, un niño que andaba por allí le dio otra patada. La perrita fue corriendo a por el balón, mientras Lara y sus amigas gritaban su nombre.

—¡Chispa! ¡Vuelve!

Las cinco fueron corriendo en la dirección en la que había ido el balón. Y lo encontraron. El balón. Pero de la perrita, ni rastro.

Lara volvió a casa muy triste. Sus padres se disgustaron mucho y consolaron a la niña todo lo que pudieron.

Al día siguiente, en el colegio, la maestra pidió que escribieran una carta con sus deseos para Navidad, a quién quisieran. Unos escribieron una carta a Papá Noel. Otros, a los Reyes Magos.

Al primero a la que le tocó leer la carta fue a Lara. Decía así:

»Querido Papá Noel y queridos Reyes Magos:

Lo único que pido es que mi perrita Chispa vuelva a casa. No necesito nada más.

Con cariño,

Lara, la “pierde-perritas”.

Cuando terminó, la maestra le dijo:

—Lara, ni Papá Noel ni los Reyes Magos pueden hacer cosas así. ¿Lo sabes, no?

Lara, entre lágrimas, contestó:

—Lo sé. Si no, todo el mundo pediría que volvieran sus seres queridos. Pero no puedo hacer otra cosa.

La maestra le dijo:

—Podrías poner carteles de “se busca” con la foto del perro, por ejemplo.

Las amigas de Lara levantaron la mano a la vez, como si la misma idea hubiera pasado por sus mentes.

—Yo también quiero que vuelva Chispa —dijo una.

—Y yo —dijo otra.

—Y yo también.

De repente todos desearon que Chispa volviera.

—¿Podemos hacer los carteles en clase, profe? —preguntó un compañero.

La maestra accedió y se pasaron el resto de día haciendo los carteles. Luego se los repartieron y todos se comprometieron a poner los que le habían tocado.

Pero los días pasaron y Chispa no aparecía. Y así llegó el día de Nochebuena.

Lara no había recuperado todavía la sonrisa.

—Si no te das prisa llegaremos tarde, Lara —dijo su mamá. Iban a cenar en casa de los abuelos.

La desaparición de Chispa¿Y si mientas no estamos viene Papá Noel con Chispa? —dijo Lara—. ¿Qué pasará si se encuentra sola?

El papá de Lara le dijo:

—Ya te dijo la maestra que ni Papá Noel ni los Reyes Magos pueden hacer esas cosas. Y tiene razón.

Entonces, sonó el timbre. El papá de Lara abrió, pero no había nadie en la puerta. Ya iba a cerrar cuando alguien dijo:

—¡Guau, guau!

El padre de Lara miró al suelo. Pero la niña ya se había adelantado.

—¡Chispa! ¿Cómo has llegado hasta aquí? —preguntó Lara, mientras achuchaba a la perrita.

Chispa estaba metida en una caja. En ella había un sobre. Dentro del sobre, había un papel. Era uno de los carteles que los niños habían hecho en el colegio. Por detrás alguien había escrito: Feliz Navidad.

—¿Ha sido Papá Noel, verdad? —preguntó Lara.

—No todos los regalos de Navidad los traen Papá Noel o los Reyes Magos —dijo la mamá de Lara—. A veces aparece gente buena que consigue lo que ellos nos pueden.

—Ojalá pudiera darle las gracias —dijo Lara.

—Papá Noel se las dará de tu parte, seguro —dijo el papá de Lara.

Toda la familia terminó de prepararse y juntos, perrita incluido, fueron a casa de los abuelos a celebrar la Nochebuena.

Cuando llegaron, Lara dijo:

—Es la mejor Nochebuena de mi vida. Por Chispa, y por todos vosotros, que sois lo que más quiero en el mundo. ¡Os quiero!

Y todo lo demás, te lo puedes imaginar.
Puntuación media: 8,5 (488 votos)
Tu puntuación:
Cuentos con valores similares