La extraña historia de Adriana y Brocolín
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La extraña historia de Adriana y Brocolín

Edades:
A partir de 4 años
La extraña historia de Adriana y Brocolín Adriana era una niña que comía casi de todo. Pero había una cosa que no podía ver ni en pintura: el brócoli. Por nada del mundo Adriana permitía que en su plato apareciera esa verdura tan espantosa.

Un día, los padres de Adriana tuvieron que salir de viaje con urgencia y dejaron a la niña en casa de la señora Margarita, una mujer mayor que vivía en la casa de al lado.
La señora Margarita era muy amable y servicial, y acogió a Adriana con mucho cariño.

-¿Qué hay esta noche para cenar, señora Margarita? -preguntó Adriana.

-Esta noche he preparado un guiso de brócoli delicioso -dijo la señora Margarita.

Adriana se quedó blanca.

-¿Qué pasa, niña, no te gusta el brócoli? -preguntó la señora Margarita.

Adriana miró hacia el suelo y dijo:

-No puedo ni verlo.

-¿Por qué? -preguntó la señora Margarita.

-Es muy feo y tiene un nombre horrible -dijo Adriana.

-Entonces, ¡no lo has probado nunca! Pues no sabes lo que te pierdes. El que yo preparo es mágico. Yo misma lo cultivo en mi huerto.

-¿Mágico? -dijo Adriana-. No me cuente cuentos, señora Margarita, que ya soy muy mayor para esas cosas.

-Va en serio. Tú misma podrás comprobarlo en la mesa.

Aunque no se creía ni una palabra, a Adriana le picó la curiosidad y se acercó a ver el brócoli que había servido su buena vecina para la cena. Pero cuando se acercó, el brócoli salió corriendo hasta el plato de la señora Margarita.

-¡No deje que me coma, señora Margarita! ¡No quiero saber nada de esa niña tan desagradable que me llama feo y dice que mi nombre es horrible! -dijo el brócoli.

Adriana no salía de su asombro. ¡El brócoli la había rechazado!

-Tranquilo, Brocolín, que yo hablo con ella -dijo la señora Margarita-. Seguro que le haces mucho bien a esta niña si entras en su estómago, así que no seas quisquilloso.

Adriana empezó a sentirse culpable y a sentir pena por aquel pequeño trozo de verdura.

-Lo siento, Brocolín. Es que yo… -empezó a disculparse la niña.

-Si dices las palabras mágicas, Brocolín se dejará comer de mil amores. ¿Verdad, Brocolín? -dijo la señora Margarita.

-Pero si me las dice con cariño -dijo Brocolín.

-¿Estás de acuerdo? -dijo la señora Margarita.

-¡¿Me está usted queriendo liar para que me coma el brócoli?! -dijo Adriana.

-Ve, señora Margarita, esta niña es un caso perdido -dijo Brocolín, entre sollozos-. ¡Me desprecia solo porque no le gusta mi aspecto!

Brocolín se puso a llorar desconsolado.

-No llores, Brocolín, que se te va a ir el aliño, con lo bueno que me ha quedado -dijo la señora Margarita.

-Vale, Brocolín, diré las palabras mágicas con cariño y te probaré de mil amores -dijo Adriana, contrariada por ver a la verdurita tan triste.

-Muy bien, Adriana, esto funciona así -empezó a decir la señora Margarita-. Tienes que repetir conmigo unas frases y comer un trocito después de cada una. Recuerda que tienes que hacerlo con cariño para que Brocolín se sienta bien. Si no se irá corriendo.

La extraña historia de Adriana y Brocolín-Está bien, haré lo que usted diga.

-Empezamos. Repite conmigo: “Brocolín brocolete, qué bonito eres y qué majete”.

La niña repitió y comió, sin poder evitar reírse con el verso.

-Seguimos: “Brocolín brocolito, que guapo eres y qué bonito”.

Adriana repitió y comió de nuevo, con una sonrisa de oreja a oreja.

-Y terminamos: “Brocolín brocolado, este plato se ha acabado”.

Adriana repitió y comió.

-¿No hay más? -preguntó Adriana.

-¿Más versos o más brócoli? -dijo la señora Margarita.

-Estaba delicioso, señora Margarita. La verdad es que me comería un plato más -dijo Adriana.

Desde ese día, Adriana no dice que no a nada que haya en su plato antes de probarlo, aunque le parezca un poco feo. Puede que haya cosas que no le gusten, pero todo el mundo se merece una oportunidad, ¿no crees? Incluso el brócoli.
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