Tikina era una pequeña foca que vivía con sus dos hermanos y sus padres cerca del puerto del pueblo. La familia de focas solía recibir como regalos algunos peces por parte de los pescadores de la zona, así que con eso y lo que ellos mismos conseguían en sus paseos por el mar el alimento nunca les faltaba.
Jovi, la mamá de Tikina, siempre les ordenaba a sus pequeños lavarse bien sus colmillos después de comer su ración de peces. Los hermanos mayores siempre obedecían a esto y ni bien acababan su comida limpiaban sus dientes con mucha dedicación. El lavado de dientes era algo que los hermanos disfrutaban mucho, incluso algunas veces competían a ver quién los tenía sus colmillos más blancos y brillantes.
Pero Tikina se aburría al lavarse los dientes. Muchas veces no terminaba de hacerlo y otras peor aún, ni siquiera lo hacía, pero le decía a su mamá que si lo había hecho.
Los días pasaban con normalidad y la actitud de Tikina parecía no tener consecuencias. Tikina incluso se creía más lista que sus hermanos que perdían el tiempo lavándose sus dientes, mientras ella salía primero a jugar. Tikina creía que era en vano el hábito de sus hermanos, ya que ella sin lavar sus dientes no tenía problema alguno.
Un día en la playa, se habían juntado a jugar todos los cachorros de foca de la zona. Jugaban a la persecución, a la cacería y a la lucha. Todos se divertían mucho. Pero de pronto el juego se detuvo, las pequeñas focas comenzaron a sentir mal olor. Tikina parecía no percibirlo.
Después de un rato de buscar la fuente del mal olor, los cachorros de foca llegaron a Tikina.
-¡Eres tú! ¡Apestas!- le dijo uno de los cachorros.
Tikina, avergonzada, se fue y le contó a su mamá lo sucedido. Jovi, cuando recibió a su pequeña sintió también el mal olor, y tras revisar a Tikina notó que el desagradable aroma provenía de su boca.
Jovi revisó la boca de Tikina. Sus dientes están llenos de sarro y con manchas amarillas. Jovi no podía creer lo que veía, ya que todos los días Tikina se lavaba sus dientes. O al menos eso creía. La pequeña Tikina confesó que nunca lo hacía, ya que pensó que no habría consecuencias.
J
ovi llevó a Tikina a un doctor del puerto. El doctor le dijo que tenía gingivitis. Las encías de Tikina se habían inflamado por la acumulación de restos de comida que además formaron el sarro. El doctor limpió el sarro de la dentadura de Tikina, y el mal olor se fue. Este les dijo además a Jovi y Tikina que habían tenido suerte de que el problema no fuera mayor y Tikina no haya sentido dolor. Si la situación se agravaba Tikina podría haber perdido alguno de sus colmillos.
Tikina y su mamá volvieron a casa. Tikina entendió lo importante de lavar sus dientes luego de comer su ración de pescado. A partir de ese día no solo comenzó a lavar sus dientes después de cada comida, si no que se unió a la competencia por ver quien tiene los dientes más blancos de sus hermanos, y más de una vez la ganó.