Axel llevaba todos los días al colegio un delicioso almuerzo para comer a la hora del recreo. Él mismo se lo preparaba. A todos sus compañeros les sorprendía ver lo original y apetitoso que era todo lo que Axel se preparaba.
Un día, al ir a recoger su almuerzo de la mochila, Axel descubrió que no estaba. Axel se enfureció mucho, pero no dijo nada y se fue al patio.
-¿Qué has traído hoy, Axel? -le preguntaron sus compañeros.
-No os lo puedo enseñar. Me lo he comido ya. Pero era un bocadillo de pan de integral con semillas y fiambre de pavo con queso.
-¡Qué bueno te tiene que haber sabido! -dijo Berta-. Berta, la de cuarto, tiene uno igual. A todos sus amigos se les está haciendo la boca agua.
-¡Pero si Berta se pasa todos los días pidiendo a ver quién le da algo en el recreo porque dice que no hay nadie en casa para prepararle nada cuando sale de casa! -exclamó Pablo.
-Será que se ha puesto las pilas y ha tomado ejemplo -dijo Axel, cauto-. Al fin y al cabo, no cuesta tanto meter un poco de fiambre entre dos trozos de pan.
Lo cierto es que Axel hizo como si no le importara, pero aquella observación le llamó la atención. Berta nunca llevaba nada para almorzar en el recreo y solía pedir a todos los niños, sobre todo a los pequeños, que le daban parte de su almuerzo por miedo a que les pegara, y no precisamente por solidaridad.
Al día siguiente, por si acaso, Axel llevó dos almuerzos. Uno lo metió en el sitio de siempre y el otro lo escondió en otra parte. A la hora del recreo uno de sus almuerzos había desaparecido.
-¿Qué traes hoy? -preguntaron sus compañeros.
-Hoy traigo fruta con chocolate y galletas -dijo Axel.
-¡Vaya! Otra vez Berta y tú habéis tenido la misma idea -dijo Pablo.
-Ya veo. Debe de espiarme por la ventana o algo así, porque si no, no lo entiendo -bromeó Axel.
-Tendrá alas entonces, que tú vives en un sexto piso -rió Pablo.
Axel no tenía duda: Berta le robaba el bocadillo. Así que ideó un plan para pillarla. Al día siguiente, metió otra vez dos almuerzos, pero en el que iba a ser robado colocó una buena porción de wasabi, un condimento japonés superpicante de color verde que mezcló con aguacate triturado.
Cuando sonó el timbre del recreo, Axel se lo tomó con calma. Tras comprobar que ya le habían robado el bocadillo salió al patio. El escándalo que estaba montando Berta era espectacular.
-
¿Alguien quiere probar mi bocadillo de pollo con guacamole? -preguntó Axel.
-Deberías pensártelo antes de comerlo, Axel. Como pique tanto como el de Berta lo vas a pasar muy mal -dijo Pablo.
-El de Berta llevaba un buen montón de wasabi mezclado con el guacamole -dijo Axel.
-¿Cómo sabes eso? -preguntaron todos a la vez.
-Porque lo he hecho yo -dijo Axel-. Lleva días robándome el almuerzo. Le he puesto el wasabi para que se le quiten las ganas de coger lo que no es suyo.
A partir de entonces Berta no volvió a robarle el bocadillo a Axel. Tampoco volvió a pedir nada. Ahora se hace ella solita el almuerzo, y así se aseguraba que nadie le vuelve a meter nada tan desagradable. Al fin y al cabo, no cuesta ningún trabajo coger un plátano o una manzana del frutero o envolver unas cuantas galletas para sacarlas en el recreo.