En la pizzería "La Migliore Pizza" se elaboraba la más suculenta y deliciosa pizza de todo el mundo. Era tan exquisita que siempre había cola en su puerta a la espera de una cancelación de última hora que permitiera entrar a cenar para degustarla.
Estaba tan tan buena que estaba permitido chuparse los dedos y hasta relamer el plato con la lengua. Los críticos gastronómicos también coincidían con la opinión de los clientes. No había otra pizza mejor en el mundo.
- ¡Deliciosa! Leonardo.
- Gracias, me alegra que les haya gustado.
- ¡Maravillosa!
- Muchas gracias por haber elegido mi restaurante.
- ¡Estupenda! ¡Volveremos muy pronto!
- Muy amables, hasta pronto.
Leonardo, el artífice de tal obra maestra de la gastronomía no se sentía muy a gusto con tantos halagos. Se sonrojaba con facilidad y le costaba no salir corriendo cuando cada noche comenzaban los aplausos y los vítores pidiendo que el cocinero saliese para recibir las felicitaciones de tanto cliente satisfecho.
Leonardo era un joven cocinero amante de su trabajo y muy muy modesto. Era una persona sencilla y discreta. Era muy feliz sabiendo que podía dedicarse a lo que realmente le apasionaba. Le gustaba seleccionar uno a uno los ingredientes para sus pizzas. Se pasaba horas estudiando la combinación perfecta de harina, agua, levadura, aceite y sal para crear la masa perfecta. Se encerraba cada noche en la cocina e investigaba sobre el uso adecuado de ingredientes, aquellos que combinados entre sí aportarían un sabor más intenso.
Observaba cada pizza dentro del horno de leña para averiguar el tiempo exacto de cocción.
Como consecuencia de todo esto, sus pizzas eran mejores y mejores cada día. Su fama aumentaba a nivel mundial y era portada de revistas especializadas. Todos querían entrevistarlo y preguntarle dónde estaba la clave para conseguir tal éxito. Pero Leonardo siempre tan modesto, repetía que el secreto de su pizza era el trabajo de todos los agricultores que con cariño trabajaban en el campo y le traían los más frescos tomates, la mejor harina, el queso fresco recién hecho...
P
ero tanta fama y tanto halago hizo que un día el chef Leonardo perdiera su modestia. Se volvió altivo y engreído. Y al mismo tiempo que perdía su humildad, su pizza comenzó a perder su habitual calidad. Leonardo solo se preocupaba por lo que dijeran los demás de él y se olvidaba de lo importante: sus pizzas. Se le quemaban en el horno, estaban más saladas que de costumbre, excesivamente grasientas o con tal cantidad de ingredientes que era imposible darle un mordisco. Los agricultores ya no querían trabajar con él por lo orgulloso que se había vuelto y lo mal que los trataba.
Esto hizo que los halagos y cumplidos a Leonardo y a sus pizzas, se convirtieran en muy malas críticas y no le quedó más remedio que volver a ser humilde para conseguir que su negocio funcionara. Le costó mucho esfuerzo y trabajo, pero acabó logrando que su pizza volviera a ser considerada una de las más sabrosas de toda Italia.