Hace mucho tiempo, en el País de los Cuentos, ocurrió una gran tragedia. Un día, sin saber cómo, desapareció el Lobo Feroz.
- ¿Qué vamos a hacer ahora? -se preguntaron los Tres Cerditos-. Sin lobo feroz, ¿quién vendrá a soplar nuestras casitas?
- ¿Y qué voy a hacer yo? -dijo Caperucita Roja-. ¿Quién va a hacerse pasar por mi abuelita?
- ¿Y quién va a tratar de comerse a mis siete cabritillos? -decía Mamá Cabra.
Todos los personajes de los cuentos buenos y malos, decidieron buscar al Lobo Feroz. Sin él, muchas de los cuentos desaparecerían. Había que descubrir qué había pasado.
Pero antes de salir en marcha, alguien preguntó:
- Un momento, ¿dónde está Pedro?
- ¿Qué Pedro, el Pedro de Pedro y el Lobo? - dijo uno de los Tres Cerditos -
- Ese mismo
Pero nadie supo responder. ¡Qué extraño! Nadie había visto a Pedro.
- ¡Ha sido él, seguro que ha sido Pedro el que ha raptado al Lobo! -dijeron los Tres Cerditos al unísono.
Y en ese momento, apareció Pedro.
- Amigos, no os lo vais a creer. ¡No encuentro al Lobo! Llevo días buscándolo, pero no aparece por ningún lado.
- Ya… ¡seguro que lo has raptado y lo has escondido en algún sitio! -dijo enfadada Caperucita.
- Pero, ¿por qué iba a hacer yo eso? -dijo Pedro.
- Porque hace ya tiempo que nadie te hace caso, y necesitas llamar la atención -dijo Mamá Cabra-. ¡Pero no tenías ningún derecho, el Lobo Feroz también aparece en mi cuento!
- Tranquilos, pongamos orden aquí -dijo el Rey León-. Dejemos que Pedro hable.
- Yo no sé nada del Lobo, tenéis que creerme -lloró Pedro.
- ¿Quién vio por última vez al Lobo? -preguntó el Rey León.
Nadie respondió. Ninguno sabía nada del Lobo desde hacía meses. Había que actuar deprisa.
- Cerditos -dijo el Rey León-, id a construir vuestras casas, a ver si de esa forma logramos que el Lobo venga a derribarlas.
Y así lo hicieron, pero el Lobo no apareció.
- Caperucita, ve a casa de tu abuelita por el bosque prohibido, a ver si conseguimos que aparezca el Lobo.
Caperucita obedeció, pero el Lobo no apareció.
- Mamá Cabra, deja a tus cabritillos solos en casa, a ver si al Lobo le entra hambre.
Mamá Cabra hizo lo que le pidieron, pero el Lobo no se presentó.
A Pedro no hubo que decirle nada. Enseguida fue a dar la voz de alarma y asustar a sus vecinos anunciando que venía el lobo. Pero por mucho que lo repetía, en ninguna ocasión apareció el Lobo.
Los personajes de los cuentos estaban desesperados. No sabían qué hacer. Y cuando estaban a punto de tirar la toalla, aparecieron por allí los Hermanos Grimm en persona.
-
Hemos oído que tenéis problemas -dijeron-. Venimos a ayudaros.
- ¿Qué podéis hacer vosotros? -preguntaron todos los personajes a la vez.
- Bueno, somos los autores de muchos de vuestros cuentos, así que quizá podamos hacer algo -dijeron-. ¿Estáis todos aquí?
- Sí, solo falta el lobo -dijo el Rey León.
- Entonces, no se lo ha llevado nadie -dijeron - Probemos a llamarlo, todos a la vez, muy fuerte.
Todo los personajes empezaron a gritar a la vez:
- ¡Ven, Lobo Feroz! ¡Te necesitamos!
Y el Lobo Feroz apareció.
- ¡Qué susto nos has dado, Lobo! -dijeron algunos personajes-. ¿Se puede saber por qué te habías ido?
El Lobo Feroz contestó:
- Es muy sencillo. En todos los cuentos, soy el malo de la historia, y ya estoy harto. Yo también quiero ayudar a los demás y ser bueno. Así que como aquí en el País de los Cuentos no puedo serlo, había decidido marcharme.
- ¡No es necesario! -dijeron los Hermanos Grimm-. Escribiremos nuevos cuentos y así todo el mundo sabrá que el Lobo también tiene corazón y puede emplear su fuerza y su ferocidad para hacer muchas cosas buenas por los demás.