Rita era una niña muy aplicada en la escuela y en los deportes. Su dedicación y su disciplina eran impecables. Pero Rita no atribuía su éxito a eso, sino a otra cosa, a su moneda.
La niña tenía una antigua moneda que le había regalado su bisabuelo, un ex marinero que había traído aquella moneda desde alguna isla del océano Pacífico. El bisabuelo le había dicho a Rita cuando le entregó la moneda que esta le daría suerte en todo lo que hiciese.
Desde ese día Rita comenzó a llevar consigo la moneda a todas partes: a los exámenes en la escuela, a sus entrenamientos de natación y a las competencias, o incluso cuando tenía que enfrentar una situación que le daba miedo. A Rita siempre le iba muy bien, y creía que esa moneda era la razón de ello.
Sucedió que había llegado el momento de la competencia anual de fin de año de natación. Rita era muy buena en su categoría, por lo cual estaba calificada para participar. La niña preparó su mochila con todo lo que necesitaba para la competición, y por supuesto no faltaba en esa mochila su moneda.
Una vez en el club, Rita acudió al vestuario a prepararse para la competición. Su corazón por poco se detuvo cuando notó que la moneda ya no estaba donde ella la había colocado, en el bolsillo donde el objeto se encontraba se había descosido levemente la costura y se había formado un orificio.
La niña se paralizó y se quedó sentada en un banco en un rincón del vestuario, ante su ausencia la entrenadora acudió a buscarla.
-¿Todavía aquí Rita?- inquirió la entrenadora -.Te estamos esperando arriba.
-¡No puedo salir, voy a perder!
-¿Cómo es eso Rita? ¿Qué dices? Nunca faltas a ningún entrenamiento y tu rendimiento viene siendo muy bueno, seguro que lo harás muy bien en la competición.
-No me entiendes. Se me perdió mi moneda de la suerte. Sin ella no podré hacer nada bueno hoy… Ni nunca.
-¿Qué es eso de la moneda Rita?
-Mi bisabuelo era marino, y me regalo una moneda de la suerte. Siempre la traigo conmigo en las competencias, en los exámenes del colegio… Por eso me va bien, es obvio.
-Claro que no Rita, esa moneda seguro que te la dio tu bisabuelo con mucho cariño, pero no es el motivo de tus buenos resultados. ¡Eres una niña muy responsable y aplicada, por eso te va tan bien!
La niña se quedó en silencio, con una expresión incrédula, no respondió.
-¡Ánimo Rita, te preparaste mucho para este día, vamos!
Aunque no estaba convencida del todo, Rita se relajó y accedió a la petición de su entrenadora. Rita salió a competir.
Rita dio lo mejor de sí misma y quedó entre las tres mejores de la competición. La niña se sintió muy feliz, el resultado era uno de los más sobresalientes de todas sus anteriores competiciones, y el primero sin su moneda de la suerte.
La pequeña Rita aprendió en carne propia la lección que su entrenadora le había dicho en palabras, sus resultados dependían de sus acciones y no de nada externo.
Afortunadamente, al llegar a su casa, la moneda se encontraba en el piso de su cuarto. Rita tomó la moneda y la coloco en su mesa de noche como un recordatorio de la lección que