Era un dÃa como cualquier otro en el parque. Sergio, Sonia y Juan estaban jugando en su sitio favorito, cuando algo raro les llamó la atención de repente. Dentro de los arbustos habÃa una puerta pequeña hecha de madera con colores brillantes y un marco dorado que brillaba con la luz del sol.
—¡Mirad esto! —exclamó Sergio, acercándose a la puerta con curiosidad.
Sonia siempre estaba lista para la aventura y la aceptó sin dudar. Juan, que era un poco más callado, se mantuvo en un segundo plano observando atentamente.
—¿Qué se encuentra detrás de la puerta? —preguntó Juan, mirándola con desconfianza.
—Solo hay una forma de averiguarlo —dijo Sonia mientras empujaba la puerta, que se abrió con un suave ruido.
Cuando entraron, los tres niños sintieron un golpe de aire caliente y de repente desaparecieron del parque. HabÃan llegado a un lugar muy diferente. Todo lo que veÃa parecÃa como si fuera de un dibujo animado: los árboles tenÃan hojas de colores brillantes, los rÃos parecÃan pintados con acuarelas, y los animales que observaba parecÃan sacados de un dibujo.
—¡Qué sorpresa! —dijo Sergio, impresionado—. Es como estar en un libro con ilustraciones.
Sonia se sentÃa feliz y emocionada mirando a su alrededor, pero algo no estaba bien. A lo lejos, se veÃa un bosque que antes era colorido, pero ahora estaba completamente blanco y sin vida, como si hubieran eliminado todo el color.
—¿Qué pasó ah� —preguntó Sonia, señalando hacia el bosque sin hojas.
Un animalito muy chiquito, parecido a un ratón de dibujos animados, apareció de pronto y comenzó a hablar con una voz aguda:
—Este mundo está en peligro. Poco a poco, está perdiendo su energÃa y creatividad. Si no hacemos algo rápido, todo se va a arruinar, incluso yo.
Los tres amigos se miraron y supieron que tenÃan que hacer algo. Sergio, a quien le encanta dibujar, fue el primero en pensar en algo.
—Creo que entiendo lo que está pasando. Nuestro mundo se fundamenta en la imaginación. Si las personas dejan de imaginar y de ser originales, todo se vuelve aburrido.
Juan, que siempre tenÃa muchas buenas ideas, pero era muy reservado, finalmente se decidió a expresarse:
—Quizás... si hacemos algo increÃble, podemos hacer que el bosque recupere sus colores.
Sonia, que siempre era la más valiente, se colocó al frente:
—¡Vamos a empezar! Juntos podemos lograrlo.
Juntos, comenzaron a hacer figuras en el aire, como si estuvieran pintando en un lienzo invisible frente a ellos. Sergio imaginó árboles gigantes con hojas de colores, Sonia pensó en rÃos brillantes que reflejaran el cielo, y Juan creó animales fantásticos que bailaban y cantaban al ritmo del viento.
Poco a poco, el bosque sin color comenzó a llenarse de vida y colores. Los árboles que estaban desnudos ahora tienen hojas verdes, los rÃos fluyen con colores azules y plateados, y los personajes animados que vivÃan allà celebraron con alegrÃa.
Pero todo se complicó cuando una gran nube gris cubrió el sol. Era la última prueba. El ratón en el dibujo les dijo:
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€”Esa nube simboliza la falta de seguridad y el miedo. Si no creen en su habilidad para crear, el mundo se volverá oscuro una vez más.
Sergio, Sonia y Juan se miraron, conscientes de que debÃan enfrentar sus propias incertidumbres y temores. Sergio recordó las veces que dudó de sus dibujos, Sonia pensó en ocasiones en las que creyó que sus ideas eran demasiado raras, y Juan tuvo miedo de compartir sus pensamientos.
—Tenemos que creer en lo que sabemos hacer —dijo Sonia con seguridad.
Con una sonrisa, los tres se reunieron, cerraron los ojos y comenzaron a pensar libremente. En su mente, se imaginaron un cielo sin nubes lleno de estrellas brillantes y luces de colores que hacÃan desaparecer la nube gris. Al despertar, la nube habÃa desaparecido y el cielo lucÃa más brillante que nunca.
Los tres niños habÃan evitado que los dibujos animados dominaran el mundo. Lo más importante fue darse cuenta de que la creatividad no tiene lÃmites si crees en ella.
Y asÃ, los tres amigos, con sus corazones llenos de nuevas ideas, dejaron atrás la puerta mágica... por ahora.