Había una vez una mariposa que vivía en un hermoso y gran jardín. Se llamaba Pinpinic.
Pinpinic era la única mariposa del jardín en el que vivía. Sin embargo, no estaba sola, porque tenía muchos amigos insectos. Todos los insectos del jardín querían a la mariposa Pinpinic.
Además, por el jardín pasaban a menudo unos seres grandes y juguetones. Se trataba de unos niños a los que les encantaba corretear detrás de la mariposa Pinpinic.
Un día, la mariposa Pinpinic decidió salir del jardín a conocer otros lugares. Se despidió de sus amigos y prometió volver pronto por allí.
Después de un rato volando, la mariposa Pinpinic encontró a unos insectos a los que no había visto nunca. Estos tampoco había visto nunca una mariposa, porque se asustaron mucho al ver a Pinpinic. Esta se sintió avergonzada por asustarlos y se disculpó:
—Lo siento, amigos. No quería asustaros —dijo la mariposa Pinpinic.
—¡Eres muy fea para aparecer de la nada! No vuelvas a hacerlo y aléjate-le respondieron los insectos. Y, dando media vuelta, muy enojados, dieron la espalda a la mariposa Pinpinic.
Muy tristes tras aquel desagradable episodio, la mariposa Pinpinic volvió al jardín. Al verla tan triste, sus amigos insectos le preguntaron:
—¿Qué te pasa, Pinpinic?
Ella, soltando una lagrimita, les preguntó:
—¿Soy fea?
Los insectos dijeron:
—¿Qué dices? ¿Fea tú? ¿De dónde has sacado eso?
Tras unos momentos de confusión, el viejo caracol dijo:
— Siendo sinceros, no nos fijamos en si eras fea o hermosa. Nos agradaste mucho el primer día en que llegaste porque tú eres maravillosa.
Al escuchar esto la mariposa Pinpinic se sintió un poco mejor.
Después de unos días, la mariposa Pinpinic volvió a salir del jardín, a explorar. Esta vez encontró a otras mariposas, pero no quiso acercarse mucho, pues todavía recordaba lo que le había pasado la última vez.
Pero según se daba la vuelta aparecieron aquellos insectos que la habían llamado fea. Estos volvieron a gritar del susto al verla. Armaron tal escándalo que las demás mariposas fueron a ver qué pasaba.
Cuandoo Pinpinic se dio cuenta de que las demás mariposas había ido hasta allí sintió mucha vergüenza. Sin embargo, estas salieron en su defensa:
—¿Quiénes sois vosotros para decirle a esta mariposa si es guapa o fea? Marchaos de aquí antes de que nos enfademos todavía más.
Los insectos se fueron y Pinpinic dio las gracias a las demás mariposas por ayudarla. Una de las mariposas le dijo:
—Nunca dejes que nadie te diga cosas desagradables. Simplemente, ignóralo. Al fin y al cabo, tú eres mucho más que tu apariencia.
La mariposa Pinpinic volvió al jardín y les contó a sus amigos lo que había pasado. El caracol le dijo:
—A nosotros nos pareces maravillosa, Pinpinic. Las otras mariposas tienen razón. Si esos insectos no están dispuestos a conocerte, ellos se lo pierden.
La mariposa Pinpinic siguió explorando, y nunca más se preocupó de si a otros les parecía bonita o fea. Lo único que les preocupaba era ser amable y educada. Y la belleza Pinpinic brillaba con luz propia, más allá de sus alas o su gracia al volar.