Había una vez tres hadas muy felices que vivían juntas en la misma casa. Una se pasaba el día leyendo. Se llamaba Lea. Otra solo se dedicaba a pintar. Su nombre era Piti. La tercera se ocupaba de limpiar y cocinar. Todos la llamaban Coqui.
Nadie entendía por qué Coqui era la única que se ocupaba de las tareas en aquella casa. Pero a Coqui le daba igual, porque ella era feliz así.
Pero un día llegó a la aldea un circo. Todas las hadas fueron a ver el espectáculo. Viendo lo que hacían los artistas, Coqui descubrió que le encantaba la música.
-Me encantaría tocar el arpa como esos elfos y cantar como esas ninfas -suspiró Coqui de vuelta a casa.
Uno de los artistas del circo la escuchó y le dijo:
-Joven hada, que tus deseos se hagan realidad.
Y con un chasquido, el artista, que era mago, hizo aparecer un arpa y un pequeño libro.
-¡Oh, qué maravilla! -exclamó Coqui.
-Es un libro mágico -dijo el artista mago-. Solo tienes que practicar todos los días y él te irá guiando.
-Gracias -dijo Coqui. Y se fue para su casa.
-¡Lea, Piti, mirad que maravilla traigo! - dijo Coqui. Y les contó lo que le había pasado.
-¡Qué bien! -dijo Lea-, pero ¿cuándo vas a practicar? Las tareas de la casa te llevan todo el día.
-Sí, es cierto -dijo Piti-. No paras en todo el día.
-Bueno, si nos repartimos las tareas de la casa podré sacar tiempo para practicar -dijo Coqui-. Al fin y al cabo vosotras le dedicáis todo el días a vuestras aficiones ¿no? Es buen momento para que yo también tenga una.
Lea y Piti entendieron que era justo lo que Coqui proponía y se repartieron las tareas, como buenas compañeras.