Había una vez dos enanos carpinteros llamados Max y Tax. Max y Tax vivían en medio del bosque. Allí podían trabajar tranquilamente y tenían a mano muchos árboles para hacer su trabajo.
Los enanos carpinteros trabajaban mucho y con gran entusiasmo. La calidad de su trabajo pronto se conoció en todas partes, por lo que enanos de todo el mundo iban donde Max y Tax tenían su taller a hacerles encargos.
Un día los enanos carpinteros recibieron una visita muy especial. El mismísimo rey de los elfos necesitaba su ayuda.
-Hasta mis oídos ha llegado la noticia de que sois los carpinteros más hábiles del mundo -dijo el rey elfo dirigiéndose a Max y Tax-. Por eso os voy a encargar un trabajo importantísimo, tanto que de él depende la supervivencia de la vida de todos los que habitamos este país.
Los enanos carpinteros se quedaron boquiabiertos.Tras unos segundos que se hicieron eternos, Max dijo:
-¿Qué necesitáis, majestad?
-Necesito mil sillas grandes y otras mil sillas gigantes para la cumbre de especies mágicas que se celebrará dentro de exactamente 5 días -dijo el rey elfo-. Si no tenemos una silla para cada uno de los asistentes se desatará una batalla que acabará con la alianza mágica que mantiene la paz.
-¿Por qué no habéis venido antes, majestad? -preguntó Tax-. Son muchas sillas y muy poco tiempo.
-Alguien quiere arruinar la cumbre y ha quemado las sillas de los seres mágicos más grandes. Si llegan y no tienen dónde sentarse nos aplastarán a todos.
-Necesitaremos ayuda -dijo Max.
-Nadie más puede enterarse de esto -dijo el rey elfo-. Si llega a los oídos equivocados estamos perdidos. Os enviaré a siervos de confianza a recoger las sillas dentro de cinco días.
Max y Tax empezaron a trabajar en ese mismo momento. Aunque eran pequeños eran increíblemente rápidos. En solo media jornada habían cortado todos los árboles que necesitaban. El resto del día lo emplearon para preparar la madera.
Durante los siguientes cuatro días trabajaron sin descanso. Cuando llegaron los siervos del rey de los elfos todas las sillas estaban a punto.
-Hemos salvado el mundo, Tax, y ahora somos ricos -dijo Max a su compañero.
-Tal vez hayamos salvado el mundo y seamos ricos pero, ¿has visto cómo hemos dejado el bosque? -dijo Max.
Sin darse cuenta, Max y Tax habían talado casi todos los árboles, así que muchos animales se habían visto obligados a buscar otro hogar.
-Nos hemos quedado sin compañía y sin nada con lo que seguir trabajando -dijo Max-. ¿Qué haremos ahora?
-Nos iremos y buscaremos otro lugar -dijo Tax-. Mientras tanto, con todo lo que hemos ganado tenemos para sobrevivir.
Pero los enanos carpinteros no encontraron otro lugar donde instalarse, porque todos los que andaban cerca, animales y seres mágicos, los echaban a patadas.
-¡No destrozaréis nuestro bosque también! ¡Fuera de aquí! -les gritaban.
Al poco tiempo el dinero se les acabó, así que Max y Tax acabaron mendigando de aldea en aldea, porque nadie quería darles trabajo.
Un día Max y Tax encontraron a alguien mendigando en su rincón habitual. Era el rey de los elfos, más bien el antiguo rey de los elfos.
-Ay, amigos enanos -les dijo-, qué bien nos hubiera ido a todos si hubiera empleado el diálogo para solucionar el problema en vez de encubrirlo. Al final se descubrió todo y me expulsaron.
Ahora los tres vagan juntos de acá para allá arrepintiéndose, unos por su codicia, otro por su ansia de poder.