Lucas y su familia iban cada verano de vacaciones a la playa. Ese año, como todos los demás, emprendieron el viaje un sábado por la mañana. A Lucas le despertó el traqueteo del coche antes de llegar a su destino. Para llegar a la playa, había que pasar por una carretera llena de baches y su hermana siempre se mareaba.
Cuando se acercaban al apartamento donde pasaban sus vacaciones, Lucas abrió la ventanilla del coche y se dejó llevar por el olor del mar y el sonido de las gaviotas revoloteando por el puerto, el sol le golpeaba en los ojos y le hacía tener un rato muy agradable.
Ese año llegaron como siempre a la hora de comer. El padre de Lucas aparcó el coche y todos se bajaron cansados por el viaje.
–Vamos chicos –dijo el padre papá–. Cada uno a llevar su bolsa.
Y así llegaron al apartamento. Todos dejaron las maletas en las habitaciones y Lucas y sus hermanos corrieron a la terraza desde la que se podía ver la piscina.
Por la tarde, Lucas tenía pensando ir a comprobar si continuaban los mismos amigos del año pasado. Era un niño al que le costaba mucho hacer nuevos amigos. Sus hermanos en cambio eran mucho más abiertos y no les costaba apenas relacionarse. Lo que pasaba era que a Lucas no le gustaba ser el centro de atención y prefería pasar desapercibido.
Por fin, Lucas vio a lo lejos a su grupo de amigos.
–Mamá, ¿puedo ponerme el bañador y bajar a la piscina?-le dijo a su madre.
Tras decirle que sí, se vistió y bajó a la piscina a reencontrarse con mis amigos. Al llegar, todos estaban en la piscina jugando a voleibol. Decidió quedarse esperando en la toalla hasta que acabasen la partida porque no se atrevía a sumarse al juego a la mitad. Al poco rato, uno de los niños, Pablo, se dio cuenta de su presencia y le saludó a lo lejos. Fue entonces cuando Lucas se decidió a acercarse al borde de la piscina.
-¿Qué pasa? ¿Habéis llegado ahora? ¿No quieres jugar? –le dijo Pablo con alegría.
De hecho, le habían guardado un hueco en la mesa que tenían preparada para merendar después de jugar y hasta habían encargado su refresco favorito. Lucas, que siempre pensaba que la gente le veía como un debilucho y bicho raro, empezó a sentirse muy a gusto con sus amigos y se dio cuenta de que no podía ser tan inseguro, porque lo pasaba muy mal. Con sus amigos de la piscina disfrutó de una merendola en toda regla y por la noche fueron juntos a una fiesta cercana. Fue el mejor verano de todos.