En un lugar muy lejano vivía un hada con sus tres hijos. Dos de ellos eran muy responsables y nobles pero el otro, Lux, despertaba ciertas sospechas en su madre.
En la escuela de magia siempre hacía trampa en los exámenes y en casa solía engañar a sus hermanos para lograr que estos hicieran las tareas domésticas por él. La madre pensaba además que Lux quería robarle sus poderes. Por otro lado ella, que era la directora de una escuela de magia y hechicería, pensaba dejar el testigo a uno de sus hijos cuando se jubilase. Al más preparado y que más honrado fuera.
La cuestión era que no se fiaba de su hijo Lux y estaba convencida de que haría trampas para ser el elegido. Como medida de prevención, lo transformó en delfín y le obligó a surcar los mares sin apenas pisar la tierra. Solo recobraba su figura humana dos horas cada día para poder ver a sus hermanos. Con esta concesión, su madre pensaba que Lux poco a poco se iría haciendo más bueno.
Viendo a su familia y amigos desde la lejanía del mar, Lux empezó a entender que debía cambiar su comportamiento. Por su parte, su madre entendió que su castigo había sido demasiado severo. Juntos decidieron buscar una solución intermedia. Se sentaron a hablar y la madre hada decidió anular el conjuro que había convertido a su hijo en un delfín.
Este, por su parte, prometió ser más honrado en la escuela y permitir a su madre que decidiese de manera justa quién sería su sucesor al frente de la escuela de magia y hechicería. Tanto se enforzó en cambiar que al final fueron sus hermanos quien le cedieron el puesto sin que su madre se tuviese que decantar por uno de los tres.