Madre Hada tenía que irse de casa unas horas, pero no tenía con quién dejar a sus hijas. Las niñas animaron a su madre a que se marchara, porque ellas se ocuparían de todo.
-No te preocupes, mamá, que nosotras podemos quedarnos solas -dijo la hija mayor.
-Seremos responsables, no tienes de qué preocuparte -dijo la hija pequeña.
Madre Hada no estaba muy convencida, pero tenía que irse y no se podía llevar a las niñas con ellas. Así que decidió confiar en ellas.
-Pero no le abráis la puerta a nadie -dijo Madre Hada.
Madre Hada se fue y las niñas se quedaron solas en casa, tan contentas.
Las niñas se pusieron a jugar y, un rato después alguien llamó a la puerta, diciendo:
-Abridme, soy mamá.
Una de las niñas no se dio cuenta y fue a abrir la puerta. Menos mal que Madre Hada llegó en ese momento y sacudió al intruso con lo primero que encontró para espantarlo. Este salió huyendo como alma que lleva el diablo. ¡Menudo susto se llevó!
-¿Veis lo que pasa por abrir la puerta sin asegurarse? -dijo Madre Hada-. Que alguien os diga que soy yo no quiere decir que sea verdad. ¡Quién sabe lo que hubiera pasado si se hubiera colado dentro de casa!
Al día siguiente, Madre Hada tuvo que irse otra vez. Y, una vez más, no podía llevarse a las niñas.
-Recordad, yo tengo llaves -dijo Madre Hada-. No le abráis a nadie. Recordad lo que pasó ayer.
Las niñas estaban tan contentas jugando cuando, después de un buen rato, llamaron a la puerta.
-Abridme, soy mamá, se me han olvidado las llaves.
Y una de las niñas abrió la puerta, sin acordarse de lo que le había dicho su madre y de lo que había pasado el día anterior. Esta vez un ladrón se coló, pero no le dio tiempo a nada, porque una de las mayores había ido corriendo al ver que su hermana iba a abrir la puerta. Y le dio un buen sartenazo al ladrón, que salió corriendo.
Cuando Madre Hada llegó y vio salir al ladrón preguntó qué había pasado. Cuando se lo contaron, Madre Hada dijo:
-Tengo una idea: tendremos una contraseña -dijo Madre Hada-. Será… será… ¡ya lo tengo! Venid, que os la digo bajito al oído.
Y, susurrando, les dijo:
-Hocico de lobo, hocico de bobo. Y ahora, diré en alto una falsa, que parece que alguien nos escucha.
Y dijo, bien fuerte:
-Ole ole ole, qué rico está el guacamole.
Al día siguiente, Madre Hada se marchó otra vez.
-¡No olvidéis la contraseña! -dijo desde la puerta.
Poco después llamaron a la puerta.
- Abridme, soy mamá, se me han olvidado las llaves.
-Dinos la contraseña -dijeron las niñas.
-Ole ole ole, qué rico está el guacamole -respondió alguien al otro lado de la puerta.
-Mejor será que te vayas si no quieres llevarte otro sartenazo -dijeron las niñas.
El ladrón iba a salir corriendo, pero justo en ese momento llegó Madre Hada y le atizó un buen paraguazo.
-¡Es usted una bruja! -gritó el ladrón.
-No, truhán, soy un hada, y a mí no me la cuela nadie -le dijo.
A los ladrones les quedó bien claro que allí no tenían nada que hacer, y a las niñas lo importante que es asegurarse de quién está al otro lado de la puerta cuando llaman. Y que siempre siempre siempre hay que escuchar y hacer caso a lo que dice mamá.