El día que la mamá de Guille les dijo a él y a su hermano pequeño que estaba enferma, lo único que pudo hacer el niño fue echarse a llorar. Luego, ya más calmado, se sentó a escuchar las explicaciones de su madre que, acompañada por el padre de los niños, les tranquilizó. Les contó que el médico le había encontrado un pequeño bulto en el pecho izquierdo y que, tras mandarlo a analizar al laboratorio, habían llegado a la conclusión de que había que quitarlo.
-Es lo que se llama un tumor maligno, cáncer de mama, pero hoy día la mayoría de las mujeres se curan, no os preocupéis- les dijo su madre.
La mamá de Guille explicó que el médico le había dicho que tendría que ir todas las semanas al hospital para ponerse un tratamiento de quimioterapia. Una serie de medicamentos que le irían introduciendo en el cuerpo para acabar con las células que habían causado la enfermedad al reproducirse de manera descontrolada. Les dijo a sus hijos que ese tratamiento era bastante agresivo y que iba a estar cansada, a adelgazar y a perder el pelo. Pero todo con la meta clara de curarse.
Los niños entendieron que, durante ese tiempo, iban a tener que ayudar a su padre a ocuparse de la casa mientras su madre descansaba. A fregar los platos, a sacar la basura o a limpiar los baños. Eran ya mayores, tenían 12 y 14 años, y podían hacer esas tareas perfectamente. De hecho ya se ocupaban de todo eso antes de que mamá se pusiese mala.
Fueron pasando los días y la mamá de Guille necesitaba más que nunca los abrazos y besos de sus hijos. Cinco meses después, el médico les dio la buena noticia de que no había metástasis. Guille tuvo que preguntar qué significaba eso:
- Quiere decir que el cáncer no se ha extendido por otras partes del cuerpo de mamá. Tiene el tumor, el bultito, solo en el pecho, y por eso es más fácil quitárselo.
Un día llamaron del hospital para decir cuándo la operarían para quitar aquel bultito definitivamente.
- Después le aplicarán un tratamiento distinto, de radioterapia, hasta que esté curada del todo- dijo el padre de los niños.
Les dijeron que había que asegurarse de que ya no había células malignas en el cuerpo de mamá y que aplicar ese segundo tratamiento era la forma de hacerlo. Guille respiró tranquilo.