El pequeño Mariano vivÃa en un pueblo cerca del mar. Todos los dÃas, Mariano iba a la playa, a una zona rocosa donde el mar dejaba todo tipo objetos: conchas marinas, prendas de todo tipo, juguetes…
Un dÃa, Mariano encontró una botella de cristal con un mensaje dentro.
—¡Bien! —exclamó Mariano—. Por fin se cumple mi gran deseo.
Mariano estaba convencido de que algún dÃa el mar le llevarÃa un mensaje en una botella. Pero no un mensaje cualquiera, sino el mapa de un tesoro escondido en alguna isla perdida en medio del mar.
Ya estaba listo para abrir la botella cuando alguien le gritó desde la orilla.
—¡Eh, tú, chaval! Suelta eso, es mÃo.
Marino se giró hacia la voz que acaba de oÃr.
—¡No puede ser! ¡Eres un pirata de verdad! —exclamó.
—Y esa botella es mÃa —dijo el pirata—. Se me ha caÃdo al mar y me ha costado mucho encontrarla.
—Lo siento, amigo, pero esta botella ahora es mÃa —dijo Mariano—. ¿Contiene el mapa de un tesoro, verdad?
—Mi tesoro, chaval —dijo el pirata.
—Si compartes el tesoro conmigo y me llevas en tu barco, podemos compartirlo —dijo Mariano—. Y no es negociable.
—Vale, acepto —dijo el pirata—. Pero vámonos ya, que se hace tarde.
Durante semanas, Mariano viajó a bordo de aquel barco pirata. Aprendió cómo manejar el timón, cómo arriar la velas e incluso cómo fregar la cubierta del barco.
—Es como lo habÃa imaginado —decÃa una y otra vez el muchacho.
Cuando por fin llegaron a la isla del tesoro, Mariano sintió un poco de tristeza.
—Después de esto tendré que volver a casa —pensó.
El mapa los llevó hasta el interior de una cueva. Allà hallaron un gran cofre. Pero dentro no habÃa joyas, ni oro, ni monedas. HabÃa un montón de objetos que, aparentemente, no valÃan nada: una bufanda de lana, una pipa tallada, una vieja canción escrita a mano, un collar de piedrecitas de rÃo…
—¿Qué es esto? —preguntó Mariano.
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€”Son los recuerdos de mi infancia —dijo el pirata—. Vine a buscar oro y he recordado quién soy en realidad. Gracias por compartir la botella conmigo, chaval. Pero aunque compartiera el contenido del cofre, ya ves que no vale gran cosa.
—No importa —dijo Mariano—. He disfrutado mucho con el viaje y he aprendido muchas cosas. Además, ya también he encontrado un gran tesoro: un nuevo amigo.
El pirata llevó de vuelta a Mariano a su pueblo. Desde entonces, todos los veranos vuelve y se lo lleva a buscar tesoros perdidos. TodavÃa no han encontrado ninguno, pero ¿qué más da, si pueden disfrutar del mejor tesoro de todos, que pasar tiempo juntos y correr todo tipo de aventuras?