Martincito, el ratoncito miserable
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Martincito, el ratoncito miserable

Edades:
A partir de 4 años
Martincito, el ratoncito miserable En la comunidad de ratones del campo vivía Martincito. Martincito era un ratón como todos los demás. Pero había algo que lo destacaba del resto: Martincito era muy mezquino.

Todos los ratones que convivían en el mismo pueblo solían intercambiar comida y pertenencias para ayudarse mutuamente. Y, en ocasiones, para intercambiar algo que tenían por algo que necesitaban. Así los ratoncitos se ayudaban entre sí a sobrevivir y a mejorar cada vez más su calidad de vida.

Pero Martincito era diferente. A él no le gustaba compartir lo suyo ni darle de sus recursos a los otros ratoncitos. Martincito guardaba todo lo que conseguía en su guarida: queso, piezas de pan, frutos, nueces.

Todo lo que podía adquirir Martincito lo guardaba. Si otro ratoncito le pedía algo, incluso en intercambio por otra cosa, le decía que no podía hacerlo porque no tenía.

Periódicamente todos los ratoncitos de la comunidad juntaban las semillas que habían conseguido en los últimos días, y las plantaban en su territorio para que creciera una hortaliza o una planta y comer de sus frutos. Martincito se guardaba las semillas para sí mismo y les decía a los otros ratones que no podía colaborar con semillas porque le
había ido mal en su recolección y por lo tanto no tenía.

Lo que no sabían los otros ratoncitos es que el ratón mezquino, almacenaba las semillitas que si había conseguido en su cueva. Al momento de repartir los frutos y plantas cosechadas, Martincito iba con mucho gusto a buscar su parte, aunque no había aportado.

Para pasar desapercibido fingía estar pasando apuros para que los otros ratoncitos se compadecieran y accedieran a compartir la cosecha de todos con él.

Muchas veces los otros ratones se sentían extrañados con Martincito. A pesar de que él siempre hablaba de su carencia y de lo poco que tenía, lo veían muy gordito para estar pasando calamidades. Incluso muchas veces aparecía con miguitas de queso o pan en sus bigotes.

Así pasaban los días en la comunidad de ratones. Martincito estaba muy cómodo y contento con su situación. Todo lo que recolectaba lo acumulaba. Nunca compartía sus cosas ni gastaba de lo que tenía. Otras veces llegaba a pedirle a otros ratoncitos algo para comer y también se lo guardaba. Si alguna vez le pedían a él, fingía romper en llanto y decía que le gustaría estar bien y poder ayudar a otros, pero lamentablemente no podía.

Pero un día sucedió algo inesperado. Por la tarde, con el calor del verano, Martincito decidió dormir una siesta en su guarida. El ratoncito entró a su cueva, se recostó y al cabo de unos minutos se durmió.

De pronto un estruendo rompió el silencio y Martincito se despertó. No podía acreditar lo que veía. Su despensa de tan atiborrada que estaba de las cosas que él almacenaba explotó. Todos los alimentos que la tenía guardados volaron por los aires y obstruyeron la salida de la cuevita.

Martincito empezó a quitar pedacitos de queso, pan, semillas, nueces y demás para intentar liberar la salida de su guarida y poder salir. Pero no lo lograba. Era mucho lo que había. Tanto tenía guardado que algunos alimentos ya estaban en mal estado y con presencia de moho. Así que, además de encerrado, Martincito sentía mucho asco, debido al mal olor; tanto que comenzaba a sentirse mal.

Después de intentar por un largo tiempo salir, pero sin éxito, Martincito se vio obligado a pedir ayuda. Comenzó a gritar y pedir auxilio. La ayuda no se demoró mucho. Rápidamente los otros ratoncitos lo escucharon, y entre varios, lograron liberar la puerta de la cueva de Martincito y este finalmente pudo salir.

Martincito, el ratoncito miserableUna vez Martincito estuvo libre, todos los ratones pudieron ver la causa del problema. El ratoncito mezquino tenía muchísima comida acumulada, todo lo que había dicho de su carencia era una mentira, y las veces que no había colaborado no había sido por pobre sino por miserable.

Martincito se sintió muy avergonzado de lo sucedido. Los demás ratones se sintieron decepcionados y enojados a pesar de que el ratoncito se disculpó. El tiempo pasó y Martincito comenzó a cambiar su actitud. Entendió que no hacía falta acumular y acumular para no pasar necesidad, sino ser precavido y ahorrador, pero no avaro. Y se dio cuenta también de que, si colaboraba y compartía con el resto, siempre habría alimentos para él y para todos. También, entendió que si quería beneficios debía colaborar para obtenerlos.

Poco a poco los otros ratoncitos vieron el cambio de actitud en Martincito y recobraron su confianza en él. Martincito ahora ya no mentía, participaba en la comunidad igual que los demás y era muy responsable en el intercambio con los otros.

Así la armonía volvió a la comunidad de ratones del campo y todos continuaron prosperando y creciendo en conjunto.
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