Ruth y Wilko
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Ruth y Wilko

Edades:
A partir de 6 años
Ruth y Wilko Ruth era una pequeña foca que se pasaba el día pegada a los libros. Todos sus vecinos decían que era muy lista y muy instruida por todo lo que había aprendido leyendo. Se pasaba el día leyendo, casi sin levantar la mirada de las páginas.

Su madre decía orgullosa a sus familiares y conocidos que su hija podía devorar más de cuatro libros en un solo mes. Un día, Ruth fue, en compañía de sus padres, a casa de unos amigos que eran leones de mar y que también tenían un hijo muy aplicado y gran lector. Sus padres presumían de ello de forma presuntuosa y hasta con un poco de desprecio por Ruth. Los padres de nuestra amiga la foca eran humildes y cariñosos, pero los del león de mar eran chulos y despreciaban todo lo que no tuviese que ver con su hijo, que se llamaba Wilko. Lo curioso es que el pequeño no era como ellos. Cuando la gente le decía lo listo que era, se ponía algo rojo y decía que aún le quedaba mucho por aprender. Cuando le daban un premio en la escuela, siempre lo compartía con sus maestros y compañeros. Por lo tanto, quienes eran envidiosos y presumidos eran sus padres y no él.

Para darles una lección, decidió contar con la ayuda de la foquita Ruth. Para acabar con la rivalidad que mostraban los leones de mar, decidieron realizar una prueba de lectura para comprobar cuál era el mejor lector. Los dos pequeños se leyeron el mismo libro y, pasado un tiempo, sus respectivos padres les hicieron unas preguntas. El pequeño león de mar dijo no recordar ni siquiera el título del libro. Dijo que había leído tan apresurado que no se había enterado de una sola palabra. Su amiga la foca, sin embargo, pudo contar sin problemas todos los detalles del libro que habían leído.

Los padres dRuth y Wilkoe Wilko volvieron a casa muy avergonzados. Habían dado por hecho que su hijo era superior a otros niños. Una vez en casa, su hijo les hizo entender que los buenos resultados no se consiguen de forma atropellada sino poco a poco. Les enseñó también que no todas las personas tenían el mismo ritmo de aprendizaje y que había que respetar y no comparar. Los padres de Wilko entendieron que la rivalidad nunca llevaba a nada bueno. Que no había que ser conformista, pero tampoco comparar a unos niños con otros porque todos eran algo distintos con capacidades diferentes.
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