En Villamar, el verano era sinónimo de diversión en la piscina. Pero aquel verano, la piscina local tenía preparada una sorpresa especial: ¡un campeonato de saltos al final del verano! La noticia corrió como la pólvora, y entre los más entusiasmados estaban Ana y sus amigos Luis, Carla y Nico.
Ana había superado su miedo al agua el verano pasado gracias al apoyo de sus amigos. Luis era famoso por inventar trucos de saltos que hacían reír a todos, incluso cuando acababan en chapuzones menos elegantes. Carla podía convertir cualquier salto en una obra de arte. Y Nico, aunque siempre parecía seguro de sí mismo, en realidad luchaba con la inseguridad, siempre buscando superar sus propios récords.
Desde el día que se anunció el campeonato, los cuatro amigos se reunían cada tarde en la piscina. Entre salpicaduras, risas y algún que otro golpe de calor, cada día era una aventura. Ana mejoraba su técnica, Luis añadía más humor a cada salto, Carla perfeccionaba la ejecución y Nico... bueno, Nico intentaba hacer el doble de todo lo que hacían los demás.
Un día, mientras practicaban, Luis intentó un salto tan extravagante que terminó en el agua con más ruido que estilo. Todos estallaron en carcajadas, incluido él.
—¡Eso sí que ha sido una entrada triunfal! —exclamó entre risas.
Sin embargo, no todo era juego. Carla, viendo cómo Nico empujaba sus límites cada día más, le advirtió:
—Nico, es genial que quieras ser el mejor, pero recuerda que esto también debe ser divertido para todos.
Nico asintió, aunque en su interior, la presión de no decepcionar a sus amigos crecía.
El día del campeonato llegó más rápido de lo que esperaban. El calor del verano se sentía incluso en la fresca agua de la piscina. Los amigos, emocionados y nerviosos, estaban listos para mostrar sus mejores saltos. El evento comenzó con risas y aplausos mientras los niños de Villamar mostraban sus habilidades.
Nico era el último de los amigos en saltar. Con la determinación marcada en su rostro, corrió hacia el trampolín. En el aire, intentó un salto complicado, algo que había practicado, pero no perfeccionado. Al caer, un grito de dolor cortó las risas y aplausos. Nico se había lesionado.
El silencio cayó sobre la piscina. Ana corrió hacia él, seguida de Luis y Carla. En ese momento, la competencia ya no importaba. Lo único que importaba era asegurarse de que Nico estuviera bien.
Mientras los socorristas atendían a Nico, Ana miró a sus amigos.
—Chicos, no necesitamos una medalla para demostrar lo que valemos. Ya hemos ganado algo mucho más importante: nuestra amistad y el estar aquí el uno para el otro.
Los demás asintieron, sabiendo que ella tenía razón.
Al final del día, aunque no terminaron el campeonato, el organizador entregó a los cuatro amigos un premio especial por "El espíritu de equipo más destacado". Aunque no era la competición que esperaban, terminaron el día con una celebración de su amistad, que era más fuerte que nunca.
Y así, bajo el sol dorado de Villamar, Ana, Luis, Carla y Nico aprendieron que lo más importante no era cuán alto podías saltar, sino con quién compartías el chapuzón.