Santiago era un niño al que todo el mundo quería, pero que en muchas ocasiones oía que le decían siempre lo mismo: eres muy nervioso Santi, estate quieto. Santi sabía que le costaba concentrarse y muchas veces hacía grandes esfuerzos por mantenerse atento en clase, cuando iba a la academia e incluso cuando iba con sus padres al cine que tanto le gustaba, pero le pasaba lo mismo.
Al hacer esos esfuerzos hay veces que conseguía escuchar mejor y atender. Pero había otras veces que no lo conseguía y era incapaz de no mover sus pies, de no mirar para diferentes sitios y escuchar todos los ruidos de su alrededor.
Cuando hablaba con su madre de su problema para atender le decían que muchas veces también hacía las cosas sin pensar. Es cierto que su pensamiento iba muy rápido.
¿No sé cómo pararlo?, pensaba Santi,
¿Los mayores paran los pensamientos y los colocan de uno en uno?Muchas veces Santi se sentaba en su habitación cuando lo castigaban y pensaba que estaba cansado de ser malo, de que los demás lo vieran como un niño travieso. No intentaba hacer las cosas por fastidiar. Pero qué más da, nadie lo entiende y, además, a veces, cuando papá le pregunta, tampoco le dice nada, porque le da mucha vergüenza decir que no fue capaz de controlarse o que lo hizo porque no se dio cuenta.
En clase muchas veces pasaba el recreo castigado. Un día, su profesor le dio un día una nota para mamá donde decía que tenía que ir a ver a otro profesor al que llamaban orientador. Pensó que sería un profesor que le reñiría, una especie de director para niños con su problema, pero cuando llegó a ese despacho se encontró con un señor sonriente que le dijo su nombre y lo mando sentarse.
El orientador se llamaba Carlos. Parecía un hombre tranquilo y agradable. Preguntó cosas sobre el colegio, sobre su casa, cómo estudiaba, qué relación tenía con sus compañeros, con los profesores, cómo se veía a él mismo, qué cosas creía que debía de intentar cambiar para que todo fuera mejor.
Santi se sintió escuchado y le contó todo lo que pensaba a Carlos. Cuando se despidió Santi pensó que esta vez había tenido suerte nadie le había castigado, ni dicho nada negativo.
A la semana siguiente lo volvieron a llamar para que fuera a ver a Carlos. Esta vez fue contento y tranquilo. Cuando llegó de nuevo al despacho, Carlos le dijo que iban a hacer una especie de ejercicios, que tenía que escuchar y hacerlo lo mejor que supiera y que él mismo le iría diciendo las indicaciones. Estuvieron un par de horas y luego Carlos le preguntó de nuevo sobre cómo estaba y hablaron de lo difícil que le resultaba hacer los exámenes y de cómo mejorar en casa para prepararlos.
La siguiente semana los que visitaron a Carlos fueron mamá y papá. Allí el orientador les dio una información sobre lo que le pasaba a Carlos y cómo poder ayudarlo. Cuando llegaron a casa sus padres explicaron a Santi que tenía dificultades de concentración y que todo lo que sucedía muchas veces a su alrededor no era porque lo hiciera con intención y que quisiera portarse mal, sino que le costaba controlarse y que a partir de ahora, con ayuda de todos, e incluso de los profesores, intentarían ayudarlo para mejorar.
Santi estaba aliviado y muy contento porque Carlos le hubiera ayudado. Ahora podría sentirse mejor y no ponerse triste por pensar que nadie le entendía y ser el malo. Además, a partir de ahora pondría todo su esfuerzo para mejorar su grado de atención y poder hacer las cosas igual que los demás.