La señora Pilar era una mujer solitaria que vivía dedicada a su huerto, sus gallinas y sus vacas en un pequeño pueblo. La señora Pilar no tenía hijos. Su única familia era su hermana Petra, quince años menor que ella, que vivía a muchos kilómetros, en una gran ciudad, con su hija Raquel.
Un día, Petra llamó a su hermana Pilar para pedirle que se quedara con la niña durante unas semanas, aprovechando las vacaciones de verano. Estaba muy enferma y tenían que ingresarla en un hospital para curarla.
-Sabes que no puedo ir a la ciudad, Petra. Tendrás que traerla al pueblo -dijo la señora Pilar a su hermana-. Pero en esta época tengo mucho trabajo. Yo la atenderé encantada, pero no podré dedicarme a entretenerla.
-Le vendrá bien ir al pueblo y ayudarte con el huerto y los animales -dijo Petra-. Así se distraerá del verdadero motivo por el que tenemos que separarnos.
-No te preocupes -dijo la señora Pilar-. Otra cosa no habrá aquí, pero trabajo hay mucho. Y yo por ti hago lo que sea.
En el fondo la señora Pilar estaba muy asustada porque no estaba acostumbrada a tratar con niños. Pero se animó pensando que debía esforzarse por cuidar de su sobrina y así ayudar a su hermana.
Días después, Petra llegó al pueblo con Raquel. La niña, al ver a su tía se asustó mucho. Era mucho mayor que su madre y parecía una señora de pueblo sacada de una foto antigua.
-Mamá, no quiero quedarme -decía la niña, llorando-. En este pueblo no hay niños, ni parques, ni nada que hacer. Seguro que tía Pilar ni siquiera tiene juguetes.
-Solo serán unas semanas -le dijo su madre-. Volveré pronto. Tu tía te cuidará bien.
-Te he preparado la merienda -dijo la señora Pilar-. Seguro que esto no te lo hace tu madre nunca.
-No quiero comer nada -dijo la niña con tono impertinente mientras entraban las tres en la casa.
Pero al llegar a la cocina un aroma a chocolate y almendras hizo que cambiara su gesto.
-Uhm! ¿Qué es esto? -dijo la niña.
-Esto de aquí es un postre casero de chocolate y esto otro es un bizcocho de almendras que saqué hace un ratito del horno de leña -dijo la señora Pilar.
Las tres se sentaron a la mesa a degustar la merienda junto con una ensalada de frutas recién cogidas y un refresco casero.
-
¿Lo has hecho tú todo? -preguntó la niña.
-Sí -dijo la señora Pilar-. Y he usado leche de mis vacas, huevos de mis gallinas y frutas de mi huerto.
-¿Me enseñarás todo eso? -preguntó la niña.
-¡Por supuesto! -dijo la señora Pilar-. También te puedo enseñar a ordeñar a las vacas, a coger huevos, a cuidar la huerta…
-¡Y a cocinar! -interrumpió Raquel a su tía, con un brillo en sus ojos que sorprendió a su madre y a su tía.
-También te enseñaré a cocinar -dijo la señora Pilar-. Eso sí que es divertido.
-Sabes, mami -dijo Raquel- creo que, después de todo, me lo pasaré bien aquí.
Petra se fue tranquila, sabiendo que había dejado a su hija en buenas manos y que su hermana también quedaba en buena compañía.